LA MALDICIÓN RUBIA

Llevo varios meses detrás de una rubia. He de dejar claro que no soy detective privado, ni espía, ni de la policía secreta. También debo dejar claro que no tengo manía persecutoria hacia nadie, aún no me ha dado por ahí. Al decir que voy detrás de una rubia tampoco es que vaya pegado a su culo a cada paso que da, (aunque tampoco me importaría, porque la chica la verdad es que tiene un trasero estupendo), lo que simplemente quiero decir es que ella me gusta, que me hace “tilín”, que estoy coladito por sus huesos hablando en cristiano. Debido al tiempo que llevo sin estar detrás de una mujer, he de reconocer que he perdido ciertas habilidades en el arte del flirteo. A la seducción le ocurre lo mismo que a la inteligencia, que de no usarla acaba por oxidarse. Dicen que la Cocacola va muy bien para recuperar la utilidad de los alicates que el paso del tiempo ha dejado impregnados de restos de óxido. Yo suelo mezclarla con whisky para eliminar los restos oxidados que hay en mi corazón y al que también el paso del tiempo ha dejado inservible. Aunque dudo mucho conseguir los mismos resultados que la Cocacola consigue con los alicates. Cada día hago el intento de sacar a mi órgano latiente a pasear a ver si con un poco de suerte una ráfaga de aire primaveral consigue acercarme más a la chica rubia que llevo persiguiendo desde antes del verano pasado, pero ni con esas. En una ocasión llegué a aproximarme a tan corta distancia que pude percibir su aroma. A esas distancias como todo el mundo sabe gracias a un anuncio, la colonia de un hombre se la juega, por eso nunca he querido jugármela y he preferido oler su perfume que por como huele tiene pinta de ser más caro que el que me regaló mi “ex” por nuestro primer aniversario, el de novios quiero decir, no el primer aniversario de ser “ex” el uno del otro. El caso es que llevo así algo más de ocho meses, únicamente dándole gusto a mi olfato, por lo que el terreno ganado en mis aproximaciones es mínimo a tenor de los exiguos resultados conseguidos.

No sé si ella se habrá fijado que siempre voy detrás suyo olisqueando la estela de su perfume allá por donde vaya. Sólo espero que el día en el que se dé la vuelta, se fije en el ramo flores que siempre llevo bajo el brazo. Puede que así se dé cuenta de que existo.

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