ALBANIA ES BLAUGRANA
Que gane o pierda el Barça a mí no me va a hacer ni más rico, ni mejor persona. Dicen que el Barça es algo más que un club, aunque aún no sé a lo que se refieren exactamente al decir eso de “algo más”. Cuando leo en el periódico o escucho por televisión que el presupuesto anual del club blaugrana puede ser similar al producto interior bruto de un país como Albania, se me ponen los pelos como escarpias, y eso que estoy tan calvo como Yul Brynner. Yo no he estado nunca en Albania, ni tampoco conozco a ningún albanés ni a ninguna albanesa, pero leyendo lo que leo sobre el Barça me imagino que Albania es un país de 100 metros de largo por 64 de ancho, con una población de once habitantes (no necesariamente censados), con su propio himno, su bandera y escudo propios, su traje regional típico y hasta con su planta autóctona, o sea, el césped. La Albania que me imagino es un país que cobra a los turistas por entrar para estar de visita sólo noventa minutos y únicamente en domingo y también algún que otro miércoles. En los noventa minutos de visita a la nueva Albania, está permitido por ley gritar lo fuerte que quieras, insultar a los tres policías locales con los que cuenta el cuerpo de seguridad del Estado, (dos de ellos vigilando las fronteras laterales) y hasta cantar a coro el himno del país que seguro todos los visitantes traen aprendido de casa. Como toda buena nación que se precie del planeta tierra, también tiene su enemigo acérrimo, que no es otro que un país cuyo producto interior bruto también iguala o supera al de la nueva Albania y posee también su propio himno, su propia bandera e incluso su traje regional típico que visten orgullosos sus once habitantes, muchos de ellos inmigrantes con papeles de todos los colores, especialmente los de color morado.
No es de extrañar entonces que el sentimiento nacionalista de la nueva Albania se eleve hasta alturas estratosféricas cuando sale victoriosa en las batallas dominicales contra sus países vecinos. Por suerte, en sus escaramuzas no emplean armas de fuego, aunque sus dirigentes sí que echan fuego por la boca cada vez que la prensa especializada pone el dedo en llagas que sólo se abren dos veces al año en lo que llaman “derbys”.
Si el Barça tiene todo lo que un país como Albania tiene y su producto interior bruto puede superarlo con creces, es cuando comprendo a qué se refieren cuando dicen eso de ser “algo más que un club”. Lo malo es que a mí como ciudadano no me hace ni más rico, ni mejor persona. Quizá si me gustara el fútbol, podría entenderlo, pero ni con esas.