PORNO LIGHT
Hoy me ha mirado una mujer en el metro. Así, a priori, no es algo como para hacer de ello un artículo periodístico, pero si tenemos en cuenta que la última vez que los ojos de una mujer se posaron sobre mi epidermis fue allá por el 2008, este acontecimiento interplanetario para un servidor, es digno de mención. Quienes se sientan identificados con la emoción que me embarga ahora mismo, comprenderán el alboroto que supone para mis hormonas inactivas recibir la caricia visual de una persona del sexo opuesto. Es algo que, como he dicho, no me sucedía desde hacía años y claro, mi piel lo ha notado hasta tal punto que se me han erizado los pelos incluso antes de salir más allá del epitelio. De hecho, de repente he descubierto poros que no sabía ni que existían o al menos, que estuvieran activos del modo en el que lo han hecho al sentir el calor húmedo de una mirada que yo calificaría de “dos rombos”, que para quien haya nacido después de 1984 era el código de regulación por contenidos que imponía la televisión nacional antes del año del lanzamiento del primer ordenador Macintosh.
Tal ha sido la conmoción, que el nerviosismo se ha apoderado de mí y muy especialmente de mis rodillas, que han empezado a doblegarse, y para no caer de bruces al suelo del vagón, he tenido que sentarme en el asiento reservado a las embarazadas de seis meses. Una vez dado apoyo seguro a mis posaderas, las manos han comenzado a temblarme con tal intensidad que si hubiera estado batiendo huevos en ese instante los habría dejado a punto de nieve en menos de treinta segundos. ¡¡¡Y qué deciros del sudor!!!…menos mal que mi aspecto atlético y mi vestuario tipo sport han minimizado el aspecto de mi empapada camiseta ofreciendo la imagen de haber salido de un gimnasio en lugar de estar sufriendo un ataque nervios en toda regla, que es en realidad lo que me estaba ocurriendo. Si no hubiera sido por el chándal de marca, cualquiera de los allí presentes hubiera considerado auxiliarme tirando del freno de emergencia y llamar al 112, ahora que han puesto cobertura en todas las líneas de metro. El caso es que me he quedado de esa guisa durante unas dos horas, que es el tiempo que tarda la línea gris, o sea, la circular, en recorrer todas y cada una de sus estaciones. Al cabo de ese tiempo, he emergido por fin a la superficie y no me ha quedado más remedio que subir a un taxi para que me condujera directo a casa. Una vez en el dulce hogar, una ducha de agua fría ha conseguido calmarme en todos los sentidos, especialmente en el sentido que tenemos muchos hombres en el bajo vientre. Menos mal que esta noche ponen la peli Emmanuelle en uno de esos canales de la TDT. Seguro que volveré a recordar la mirada de la mujer del metro, pero esta vez con el rostro de Sylvia Kristel. Con qué poco nos conformamos algunos.
Mucho cuidado con las duchas frías que, al contrario de lo que se piensa, suben la libido .
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