ESCUCHO LA RADIO EN PELOTAS
Podríamos decir que mi relación con la radio es una relación pornográfica. La escucho dos veces al día, pero siempre que lo hago estoy en pelotas. Por la mañana, cuando me ducho. Y en la cama, antes de pegar ojo.
No debo ser el único que tiene un vínculo carnal de esta índole con la radio. Oigo a mucha gente decir que se va a dormir con José Ramón de la Morena de la Cadena Ser, o que cada fin de semana se despierta con Isabel Gemio de Onda Cero. Por lo que mi concomitancia hertziana es algo más común de lo que me imaginaba, por lo visto somos legión. ¿Qué tendrá la radio para que todo el mundo se acueste o se levante con ella? Debe ser cierto eso de que la seducción entra más por el oído que por otros sitios (me refería al a vista, no me sean ustedes retorcidos).
Basándonos en la ley de propagación del sonido y en el principio de estimulación de algunos tejidos que provoca la voz, no es de extrañar que en el momento de escuchar a Macarena Berlín o a Toni Garrido en sus respectivos espacios radiofónicos, comencemos a segregar endorfinas (salvo en el caso de Federico Jiménez Losantos que lo se activa es el sistema inmunológico).
He leído en internet que la voz es la herramienta más rápida, directa y eficaz para comunicarnos con nuestro interior. En el caso de la radio es una verdad como la copa de un pino. Nadie en su sano juicio dejaría entrar en su interior a un desconocido, salvo que salga una noche de sábado a bares de copas con la clara intención de cumplir ese objetivo. Pero miles y miles de personas lo permiten a diario a través del oído. Carles Francino lo hace cada tarde y los índices de audiencia le dan la razón. Muchas mujeres aseguran que es muy atractivo y encima sin saber ponerle cara. Yo tampoco conozco personalmente a ninguno de los locutores/as con los que me acuesto y me levanto cada día, aunque sí que les conozco de oídas (permítanme el chascarrillo). Tampoco me importa que Gemma Nierga sea rubia, morena, alta o baja, ni sé si Mónica Ordóñez es tan pelirroja como afirma cada domingo a partir de las 23h en M-80. Yo me las imagino como quiero, que para eso tengo un cerebro capaz de transformar en imágenes las vibraciones que acceden a mi interior cruzando el pabellón auditivo. Hay días en los que me las imagino con ojos azules y llevan vestido palabra de honor y otros en los que llevan vaqueros y gafas de sol para ocultar las ojeras de una noche demasiado larga. Por fortuna, tampoco nadie que habla en los micrófonos puede ver cómo voy yo cuando les escucho. Aunque un día de éstos llamaré por teléfono a la radio para que oigan mi voz. Con un poco de suerte, al oírme se estimularán los tejidos que provoca la voz y comenzarán a segregar endorfinas. Si eso ocurriera, nuestra relación pornográfica sería mutua.