EL REGAETTON
Estoy molido. Mi nueva novia latina me ha llevado a una discoteca latina a bailar Reguetón (creo que se escribe así, ¿verdad?) y no puedo con mi alma. Entre tanto perrea-perra y tanta gasolina-dame-más-gasolina me pitan los oídos, tengo la cintura partida por la mitad y no siento las piernas, como diría Rambo. Visitar una discoteca latina es lo más parecido a alistarse a las fuerzas armadas. Entras siendo un chaval inberbe y sales hecho un hombretón habiendo perdido la virginidad con los primeros compases de la Danza Kuduro. Que digo yo que de tanta pelvis tan cerca algo tiene que surgir, ¿no? Si dicen que el roce hace el cariño, el mejor entorno para el amor, sin lugar a dudas, es la pista de baile de una discoteca de Reguetón. No he visto tanto frote en mi vida, ni siquiera en la cocina del cuartel donde hice la mili cuando frotábamos durante horas las cacerolas del rancho con piedra pómez para que saliera el “socarrat” de la paella valenciana que nos preparaba día sí y día también el cabo “fogones”.
Que cómo es que estoy saliendo con una chica latina, se estarán preguntando ustedes. Pues cosas del amor, que como muchos sabrán llama a tu puerta cuando menos te lo esperas y donde menos imaginas. En mi caso fue en clase. Concretamente en la clase de medicina vascular que imparto lunes y miércoles en la universidad desde hace 25 años. Llegó tarde y como digo, entró sin llamar a la puerta. Puso una excusa de altura que pasé por alto al ver el tamaño corto de su falda. Como catedrático universitario expuesto a diario a la visión de docenas de mujeres en edad fértil, jamás me había visto en una tesitura de esa índole, pero he de confesar, que la chica está de buen ver. No lo digo sólo yo, también lo certifican los cientos de casos de tortícolis que veo por la calle cuando salimos a pasear agarraditos de la mano. Como buena mujer latina posee todos los encantos que toda mujer latina posee de nacimiento. No voy a entrar ahora en detalles, basta con ver a Sofía Vergara para saber a lo que me refiero. Está sobrada de entusiasmo, frenesí, pasión, curvas (muchas curvas) y sobretodo de energía, cantidades industriales de energía. Que si aquello que dicen de que la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma, en su caso, ha ido a parar al contoneo de sus caderas.
Estoy pensando en cortar con ella a pesar de que me considera el amor de su vida. Sé que voy a romperle el corazón, pero mejor que sea ahora, antes de que se me rompa a mí la cadera con tanto reguetón latino, que ya uno va teniendo cierta edad y los huesos tardan en soldar. En cambio, a su edad, los pedazos de su corazón soldarán pronto y conociendo su gusto por el perrea-perrea, seguro que me encuentra un sustituto antes de que cante un gallo, o antes de que termine una canción de Don Omar. Amar y bailar, todo es empezar.