DIOS ESTÁ EN LOS DETALLES
En catequesis me dijeron que Dios está en todos los lados. Yo, que por aquel entonces, además de ser un niño muy obediente también era muy curioso, empecé a mirar de arriba abajo y de izquierda a derecha antes de hacer algo, especialmente si era una travesura. De adolescente, la obediencia pasó a un segundo plano en beneficio de la curiosidad y antes de besar a una chica, continuaba mirando de izquierda a derecha (por si venía su padre) y también de arriba abajo (para no perder detalle de la anatomía femenina). Años después, en plena juventud, la curiosidad comenzó a ir en aumento de un modo inversamente proporcional al que lo hacía la obediencia y ya no miraba de arriba a abajo e izquierda a derecha antes de hacer algo. Lo que empecé a hacer con gran interés fue mirar en otra dirección, concretamente hacia dentro de las cosas. A día de hoy en plena madurez y donde cualquier acto de obediencia por mi parte provoca en mi estado de ánimo un agujero negro del tamaño de un agujero negro, lo que sigo cultivando con placer es el fenómeno de la observación, que es como mirar hacia dentro de las cosas, pero dentro de mí mismo. No es que ande cada mañana buscando ante el espejo puntos negros en el cutis o cuente el número de pelos que aún permanecen amarrados al cuero cabelludo (para mi asombro, ya que soy calvo), lo que miro en detalle son los detalles que tengo con los que me rodean. Como consejero delegado de una empresa multinacional que soy, tengo entre otras responsabilidades obtener la máxima rentabilidad de los recursos humanos a mi disposición. Ya saben mi conflicto con la obediencia, por eso cuando algún empleado solicita tres días para un asunto familiar, yo le concedo tres más. Si, Angelines, mi secretaria, quiere tomarse la tarde libre para visitar a su madre enferma, yo le digo que se tome también el día siguiente. Y a Alfredo, el becario que lleva seis meses recibiendo el salario mínimo interprofesional y entregando a cambio su juventud, le obsequio con un sobre en mano a fin de mes, que al menos le alcanza para el alquiler. No sé si el Dios que dicen que existe está del lado de las empresas, pero puedo confirmar por experiencia propia que donde realmente está es en los detalles.
Esta mañana, he recibido la carta de despido por parte de la junta de accionistas. En el párrafo cuatro, argumentan que no obedezco las directrices de la empresa, que no demuestro firmeza ante mis empleados, que apenas ofrezco resultados y que mis cifras están muy lejos de los objetivos marcados en el plan anual de marketing. Se mire por donde se mire, puede que tengan razón, o puede que ellos se quedaran con la parte de obediencia que recibieron en catequesis y no con la parte de mirar dentro de las personas, que fue con la que me quedé yo. El caso es que ha sido un detalle por su parte ponerme de patitas en la calle. Ahora dispongo de más tiempo para seguir mirándome por dentro y descubrir que no hay Dios que entienda lo que le pasa a este mundo.