MI AMOR DIGITAL
Tengo dos amigas que se han empeñado en hacerme ligar por una de esas páginas web de contactos. Yo que soy más analógico que digital, me he negado en redondo, pero ellas erre que erre. A mí me va más tirar los tejos a la antigua usanza, o sea, en un entorno menos virtual como la barra de un bar o la pista de baile de una discoteca con los Bee Gees sonando a todo meter. Aunque cuando llevas una copa de más, francamente no creo que haya mucha diferencia entre lo real y lo virtual, o lo que es lo mismo entre una página de contactos y un garito de copas. Es lo que tiene el ron con Coca-Cola, que aunque vayas de analógico por la vida todo tu entorno adquiere una dimensión rollito Avatar en el instante en el que los 40º del cubata inician su andadura por el sistema operativo de tu cuerpo. Cuando los glóbulos rojos de las venas comienzan a codearse con la caña de azúcar destilada “made in Nicaragua”, es como si los chips de la placa de tu ordenador mental hubieran sido infectados por un virus inoculado por un hacker adolescente. El efecto es el mismo. Tus hormonas comienzan a revolotear por las partes más íntimas de tu organismo masculino del mismo modo que se ven dañados los programas instalados de serie en el Pc que te compraste de promoción en el Media Markt en la semana de la oferta “sin IVA”. El día en el que vi anunciada la “semana sin IVA” en esos grandes almacenes, acudí raudo y veloz a pillar cacho, como quien dice. Allí encontré a mi actual pareja, una universitaria adolescente que buscaba meterse bajo el brazo una CPU a mitad de precio y acabó por meterme a mí entre sus piernas y por consiguiente en el resto de su entorno dos punto cero. Por eso, a veces pienso que soy un virus informático de los que van por la vida como si ésta fuera una red en la que tratar de atrapar a alguien que deje su disco duro más blando que una loncha de Tranchete.
A día de hoy, no puedo quejarme de mi condición de “troyano” en la vida amorosa de mi pareja digital. Cuando discutimos porque no hay compatibilidad, simplemente nos mantenemos en reposo y a las dos horas, reiniciamos la relación como si fuera la primera vez que abrimos el archivo de nuestro amor. Es una de las ventajas de ser digital en lugar de analógico, que cuando te falla lo que como hombre debería estar siempre operativo, los dígitos que cada hombre lleva instalados en sus manos pueden hacer más maravillas que las actualizaciones que cada semana presenta Apple a su legión de incondicionales. Desconozco por completo si mis dos amigas están al tanto de ni doble vida analógico/digital, pero me da igual que me da lo mismo. Verlas interesadas en que aumente mi capacidad amorosa me llena de gigas y gigas de emoción.