EL VODKA
Cuando hace frío, nosotros ponemos la calefacción, los rusos en cambio, le dan al vodka. Cuando hace calor, enciendes el aire acondicionado y los rusos, le siguen dando al vodka. Por lo visto para ellos, este líquido espirituoso sirve por igual para calentar el cuerpo por dentro en invierno como para enfriarlo por fuera en verano. Nadie en el mundo lo cree así, salvo los moscovitas que tanto les da que les da lo mismo. En el mes de julio en Moscú, el termómetro nunca sube de 23 grados, que para ellos debe ser algo así como los 40 a la sombra en Sevilla, pero que unidos a los 47 del vodka suman 70. Y eso en Sevilla nunca se ha visto, al menos, a día de hoy. Aunque al ritmo que estamos tratando al planeta, puede que se logre en menos de dos años. Con esas temperaturas, es normal que a los nativos moscovitas lo que más les apetezca sea darse un chapuzón. Eso sí que le apetece a todo el mundo, incluyendo también a los otros rusos que acuden a lagos y fuentes cercanas para hacer bajar el mercurio corporal. Aunque quien termina por bajar a por ellos son los socorristas de la Cruz Roja, pero al fondo del lago. Ya se sabe que las mezclas las carga el diablo y en este caso combinar alcohol de vodka con mercurio de termómetro sólo puede llevarte al otro barrio, concretamente al barrio de abajo, ese que llamamos infierno, donde por cierto también hace un calor más propio del desierto del Sáhara que de la estepa rusa. En el verano que acaba de finalizar, pero de 2010, fueron a parar allí (al infierno, no al Sáhara) más de 1.200 rusos que intentaban mitigar el calor ingiriendo litros de vodka como si fuera agua mineral al tiempo que se daban una zambullida. Me imagino que San Pedro como buen portero del cielo que es, no les dejaría pasar en ese estado, tal y como también hacen todos los porteros de discoteca de aquí, o sea, de la tierra. Por eso todos los rusos han continuado la fiesta yéndose al infierno donde que yo sepa no hay porteros ni nadie que te impida entrar por llevar calcetines blancos. De tantos rusos que se han reunido en la discoteca del infierno, sólo se pincha música de las exrepúblicas soviéticas que no se entiende nada, pero suena bastante igual que cuando aún no tenían categoría de “ex”, por lo que me imagino que sentirán como en casa. Podríamos confirmar que para las almas rusas que han acabado allí a causa de las irresponsabilidades cometidas en estado de embriaguez, el infierno es ahora como el Pachá de Palma de Mallorca para los alemanes. Si al final no somos tan diferentes los unos de los otros. Da igual que seas ruso, germano, británico o gallego, como nunca estamos a gusto con nosotros mismos en donde vivimos, hacemos lo imposible para irnos a otro sitio. Aunque para lograrlo tengamos que empaparnos en vodka, que para los 1.200 rusos fallecidos en verano de 2010, fueron el pasaje de ida a ese único sitio donde precisamente nadie quiere ir. Feliz viaje.
Gran artículo.
Como sabrá usted, estoy destilando un vodka con 18 meses de barrica de roble francés….,
Le dejo a su diposición una cantidad de dicho brebaje por si quisiera «darse un paseo a otro lugar».
Un fuerte abrazo.
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