MI MEMORIA EXTERNA

Mi ordenador ha engullido tanto archivo que al pobre le ha dado un empacho. El técnico del teléfono de atención al cliente de la marca Tochiva (o Tosiva o Tossshiva o como coño se diga), me ha dicho que debería extraer todos los archivos  y pasarlos a una memoria externa. Con mi nulo conocimiento informático, he querido entender que había que meterle los dedos en la garganta a mi ordenador para que vomitara lo ingerido desde que lo compré. Tras contarle a un vecino mi conversación con el informático y descojonarse media hora en mi cara, éste me ha facilitado una especie de cajetilla de tabaco plateada que debo unir al portátil con un cable. Lo que viene a llamarse una memoria externa, vamos. Dicho y hecho. Mi pequeño Toshiba acaba de tener un bebé atado a la vida digital por un cordón umbilical “made in Taiwán”. Un USB lo llaman. Lo que con mi reducido conocimiento informático he traducido por “Umbilical Sistem Bebé”. Este hecho, me ha convertido directamente en padre putativo de la criatura. ¡Dios Santo! Me ha salido un hijo de repente y yo sin haber perdido la virginidad digital (la analógica la perdí en la adolescencia y no sean mal pensados haciendo jueguecitos de palabras con la palabra anal-ógica que les conozco). El padre biológico por su parte, o sea mi vecino, me ha dicho que puedo darle de comer todos los archivos que quiera sin que peligre su dieta, que puedo sacarle a pasear conmigo en el bolsillo y hasta acoplarlo a cualquier madre CPU para seguir usándolo. Y como soy muy obediente, así lo he hecho. Ataviado con mis mejores galas me he echado a la calle dispuesto a conquistar a una mujer dispuesta a adoptar a mi pequeño cerebro artificial y de paso también el mío natural. Y para mi asombro no he tardado mucho en hallarla. Es lo que tiene pasear por el Retiro al atardecer, que está sembrado de medias naranjas buscando su otra media; o ser exprimida según vaya avanzando la noche. En un banco, junto al palacio de cristal, he encontrado a la mujer perfecta. Su melena rubia la convertía en idónea para adoptar dos cerebros por el precio de uno. Al verla he extraído mi memoria externa para seducirla por mi inteligencia y puedo asegurar que lo he conseguido. Ella a su vez ha extraído de su bolso una navaja que velozmente ha puesto en mi garganta mientras que con voz dudosamente femenina me ha hecho elegir entre mi vida o mi Toshiba. Como yo vengo con memoria de serie, he decidido entregarle mi otra memoria, la externa y para que no quedara huérfana, también mi portátil, con su cordón umbilical y todo.

Al tiempo que he visto alejarse a mi pequeño hijo, me he dado cuenta de que antes de pasar por comisaría para denunciar la “adopción forzosa” debería ir pensando en reiniciar mi vida. Puede que a partir de ahora con un boli BIC y un papel sea suficiente para sobrevivir sin sobresalto alguno. Qué mundo.

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