LA PORTABILIDAD DEL AMOR
Buenos días, mi nombre es Alberto Pérez, me podrías decir tu nombre para dirigirme a ti- dijo él. Me llamo Aurora- respondió ella. El motivo de mi acercamiento es para ofertarte una amplia gama de besos, caricias y abrazos que ofrezco en exclusiva por tiempo ilimitado y sin condiciones de establecimiento a mujeres como tú por tan sólo convertirse en mi novia por tiempo indefinido- propuso él. Muchas gracias, pero estoy bien como estoy- respondió ella. Aún así, permíteme comunicarte que además de poder recibir carantoñas y arrumacos de modo garantizado y a cualquier hora del día, podrás hacer uso libremente de mi cuerpo fuera del horario establecido y sin coste adicional- insistió él. Mira, te lo agradezco mucho y sé que tienes que decirme lo que te han enseñado que me digas, pero no estoy interesada, gracias- argumentó ella derivando su tono de voz hacia una parcela de la paciencia limítrofe con el enojo. También, por ser mi nueva novia, tendrías derecho a disfrutar desde el primer momento de piropos ilimitados sin coste adicional y en el horario que decidas. ¿Qué te parece esta sugerente oferta, Aurora?- volvió a preguntar nuevamente demostrando con su pregunta haber pasado por alto el cambio de registro en la voz de ella. Gracias otra vez por el ofrecimiento, pero ahora mismo no sé a ciencia cierta cuándo me dará por estar necesitada de piropos, ni tampoco si la cantidad será realmente importante. A veces con escuchar un sólo agasajo en el momento adecuado es más que suficiente- razonó ella de modo convincente ante la impávida palabrería de él. Esta magnífica oferta que sólo ofrezco en exclusiva a mujeres como tú, permite disfrutar de una tarifa plana de actos amorosos semanales, cuyo número será acordado únicamente por mi parte y sin posibilidad de modificación alguna en los próximos diez años- continuaba infiriendo él fuera de sí. Vuelvo a decirte una vez más que no estoy interesada. Mi necesidad de actos amorosos variará en función de mi estado de ánimo así como de las circunstancias o el entorno, por lo que abonar una tarifa plana por algo que, a lo mejor, sólo disfrutará una parte siguiendo un criterio personal, no me compensa- refutó ella con convicción. Recordarte que este posible acuerdo cuenta con el compromiso expreso de mi compañía y la garantía por escrito de no modificar las condiciones del acuerdo desde la firma del contrato- interrumpió él con tono tosco en la voz. Muchas gracias otra vez, pero de verdad, no estoy interesada en cambiar mi estado actual- dijo ella revelando claramente que su paciencia hacía tiempo había sido sobrepasada. En el caso de aceptar la propuesta, es mi deber informarte del obligado cumplimiento de una permanencia mínima de dieciocho años que en el caso de quebrantamiento por tu parte, antes de la finalización del periodo establecido, será penalizada por una demanda judicial que tramitarán mis abogados y por la cual trataré de llevarte a los tribunales con el objetivo de arruinarte la vida y/o dejar tu cartilla corriente en números rojos. Por no mencionar que la fase de portabilidad a otra compañía, en el caso de producirse, será interceptada innumerable número de veces y empleando todas las malas artes posibles por mi parte para impedir la relación de tus servicios amorosos con los de la competencia- Soltó él en tono amenazante.
De repente se hizo un silencio únicamente interrumpido por un molesto y continuo pitido que sirvió como colofón a una relación que nació condenada al fracaso desde el primer momento.