LA VIDA TE DA SORPRESAS

El ser humano, por línea general, decepciona. Podría exponer aquí y ahora mil y un casos de amigos, amigos de amigos, conocidos, menos conocidos, vecinos de escalera, compañeros de trabajo e incluso familia política de todo signo también político que dicen hacer una cosa y luego, llegados el caso, hacen otra muy distinta. Reza un sabio refrán: “mucho prometer antes de meter y después de haber metido, nada de lo prometido”. Si lo recoge el refranero popular, que debe tener más siglos de historia que la Biblia, será que, a día de hoy tiene más vigencia que cualquier parábola de San Mateo, San Lucas o San Marcos. Por cierto, qué palabra “parábola”, es el ejemplo tangible de la línea que dibuja en el firmamento la piedra lanzada por una mano que luego se esconde.

Decía al principio de este artículo que el ser humano decepciona porque acabo de romper con quien ha sido mi pareja durante casi ocho años y ha sido hacer pública la noticia y darme cuenta de que estoy más sólo que la una. Digo solo no sólo porque ya no tengo con quien compartir todo lo que antes compartía, sino porque los amigos comunes que también compartíamos se han esfumado como se esfuma la educación en la cola de embarque de un vuelo de Ryanair. Quien haya escogido esa línea aérea para realizar un viaje con destino a cualquier capital europea sabrá a lo que me refiero. A quien yo consideraba mis amigos del alma, decidieron salvar la suya en detrimento de quien más necesitaba su presencia en uno de los momentos más difíciles de la vida, o sea, de la mía. Otro sabio refrán dice que “en el amor y en la guerra todo vale” y quien haya pasado por un proceso de separación o divorcio sabrá también a qué me refiero del mismo modo que lo supo cuando llegó el momento de embarcar en un vuelo de Ryanair. Cuando hay amor, todo es amor. Pero cuando no hay amor, todo es guerra. Y en la guerra, lo que prima es la supervivencia. Y en la supervivencia, se impone la huida. Huir del dolor propio aunque al hacerlo se infunda daño ajeno. Huir de los propios sentimientos, aunque se hieran los prójimos. Alejarse lo máximo posible del conflicto aunque la distancia no vaya más allá de veinte metros. E incluso, olvidar a quien siempre recordó tu fecha de nacimiento, la de tus hijos y hasta la de tu suegra. Así es la guerra siempre, y así es a veces el amor: decepcionante.

Si estás enamorado, quiero advertirte que puede que no sea para siempre. Siento ser tan honesto. Y si estás en guerra por un divorcio o separación, quiero avisarte que tampoco durará para siempre. De nuevo, vuelvo a ser honesto. Aunque también quiero que sepas que lo que queda finalmente de ambos desastres, sí que será para siempre. Tanto el recuerdo como la esperanza. Porque siempre quedará alguien en la cola de embarque de un vuelo de Ryaniar que sepa lo que significa una guerra y lo que significa el amor cuando hubo amor. Y esas personas no te decepcionarán. Son esa clase de personas que excepcionalmente confirman la regla. Además, si te quedas en tierra esperando tu vuelo por falta de plazas, puedes entablar una relación de amistad con alguno de ellos (o de ellas), e incluso puede que hasta surja el amor. Nunca se sabe. Como decía Pedro Navaja: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

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