EL ORDEN DE LOS FACTORES ALTERA EL PRODUCTO
En clase de matemáticas aprendí que el orden de los factores no altera el producto. Pero en la clase de lengua, si alteras los factores, el producto no es el mismo, como por ejemplo alterar las letras de una palabra o las palabras de una frase. No es igual decir “punto”, que “putón”, aunque ser un putón a veces tenga su punto. Ni tampoco es lo mismo, “va a haber un examen” que “va a ver un examen”. Aunque si vas a ver un examen cuando en realidad lo que iba a haber era un examen, puede que la calificación no sea la que esperas. En la vida ocurre con más frecuencia lo que pasa con la asignatura de lengua que lo que sucede con la asignatura de matemáticas. Será por eso que cuando prestamos más atención a los números que las palabras, las cuentas no salgan.
Como soy de letras puras, cuando me alteran los factores a la hora de hacer la compra, acaban por confundirme más que ponérmelo fácil, aunque lo pretendan. Y les pongo un ejemplo: comprar en época de rebajas. Si un producto concreto va asociado a un precio determinado, ¿por qué de repente alterar el factor del precio influye en el orden de su venta? Al final va a ser que las matemáticas son mentira y como mentira que son, no valen para sobrevivir en la cotidianeidad diaria al menos para el estilo de vida que me gusta llevar a mí, donde un simple beso altera todos los factores de mi cuerpo y un orgasmo me desordena los chakras de arriba abajo. También será por eso que se hace cierto aquello de que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Porque el factor numérico de la economía no suma muy bien con el factor amoroso. Contabilizar la cifra de besos que no se han dado o las veces que se ha dejado de hacer el amor influye notablemente en el resultado de una relación, concretamente en la cercanía de su final. Por eso, yo no cuento los besos que recibo de mi pareja, ni tampoco las veces que conseguimos llegar juntos al orgasmo cada vez que nos arrimamos el uno al otro. Simplemente me limito a poner palabras a lo que siento al ser besado en los labios y soltar por la boca onomatopeyas cada vez que llego al orgasmo en el mismito instante en el que se produce. En algunas situaciones, adjetivar los números es indicativo de mala señal, como por ejemplo cuando en el banco nos dicen que nuestra cuenta está en números “rojos”. En cambio, en otros momentos, adjetivar los besos, como cuando decimos beso “negro”, pues tiene su punto (que no es lo mismo que ser un “putón”, aunque lo parezca).