EL ORGASMO FEMENINO
Como hombre interesado por las mujeres en general, me interesa todo lo que a una mujer pueda interesarle en particular. Y particularmente he descubierto que por lo general, les suele interesar lo mismo que a los hombres. Por eso, para tratar de averiguar algún secreto de la anatomía femenina, me ha dado por consultar primero los secretos de la anatomía masculina y, entre otras cosas, he descubierto que para hablar de algo tan natural como darse gustirrinín a uno mismo, los hombres ganamos por goleada en creatividad. Y cuando hablo de ganar en creatividad, no me refiero a los diferentes modos de darse gustirrinín (ese aspecto lo dejo a la inventiva e imaginación de cada uno o cada una y en el ámbito privado de cada cual), sino a las formas que existen para referirse lexicológicamente hablando al acto mismo de darse gustirrinín. Hay que reconocer que hay por ahí mucha gente con mucho tiempo libre y poco en qué pensar y que da uso a su capacidad cerebral redefiniendo un término recogido en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y que como Real que es, nos llena de orgullo y satisfacción desde hace siglos: paja.
En mis pesquisas, he contabilizado, al menos 80 términos y que por respeto a ustedes no voy a enumerar. Aunque sí mencionaré aquellos que me han causado cierto azoramiento (por decirlo finamente). Los hay con nombre propio: Manola, Manuela, Bartola o “hacerse un Antonio (sí, el cabezón). Los hay que hacen referencia al oficio de fontanero (“limpiar la tubería”), al de mecánico (“darle a la manivela”), al de carnicero (“estrujar el salchichón”), al de pescadero (“sacudir la sardina”), al de frutero (“pelar la banana”) o los que abrazan de lleno el ámbito castrense (“pulir el casco al soldadito” o “dar brillo al sable”). También los hay dedicados a músicos (“tocar la maraca”, “hacer sonar la zambomba”, “rascar la guitarra”, “afinar el instrumento”) y que como pueden comprobar de melodía y armonía no tienen nada de nada, aunque de ritmo andan sobrados. E incluso los hay que cruzan fronteras y van más allá de los Perineos (perdón, de los Pirineos), como ése que dice “Alemanita (ale-manita)”. Aunque de todos ellos, personalmente me quedo con el que oía en casa casi a diario cuando, por edad pubescente, comenzaba a explorarme a mí mismo: “¡Hijo, sal del baño de una vez!”
Al final, he llegado a la conclusión de que si la anatomía femenina es una caja de sorpresas, la del hombre y concretamente la mía también lo es. Sólo espero no equivocarme y en mi proceso de indagación corporal no confunda la caja de sorpresas masculina con la caja de Pandora.