EL SÚPER
Vengo del Dia, o lo que es lo mismo, vengo de la guerra. Fui de las últimas generaciones de jóvenes españoles que hizo la mili, por lo que puedo confirmar lo que significa estar preparado para una posible batalla. Y para hacer la compra en el Dia, es mejor haber recibido instrucción castrense. Si hubieran existido los Dia en mi época de servicio militar, los habrían usado como campo de entrenamiento y adiestramiento de reclutas. Nada más cruzar la puerta que amablemente te abre un sin techo a cambio de unas monedas, accedes a un mundo donde no ves la luz natural, sino ese cegador haz de amperios desprendidos por unos alógenos que realzan todas las imperfecciones de la piel como ninguna otra tecnología logra hacer. Para empezar, tienes que vértelas y deseártelas para conseguir un cesto de esos rojos. Digo uno que esté en condiciones. La mitad están sin asa, a la otra mitad les falta una rueda y tanto unos como otros tienen la roña tan arraigada que decir que son de color rojo es sólo un decir. El ejército de amas de casa que allí se dan cita conoce el campo de batalla a la perfección. Podríamos decir que no hay soldados rasos, salvo los reclutas como yo que acuden por primera vez. Caminar por los pasillos es lo más parecido a reptar entre las trincheras donde se está librando un cruce de disparos sin llegar a saber con exactitud de dónde proceden las balas. El caso es que como te despistes puedes acabar mordiendo el polvo, en el sentido literal, especialmente si resbalas con la mayonesa derramada desde hace tres días y que nadie se ha molestado en retirar. Si tienes la suerte de sortear esa mina antipersonas repleta de bacterias en que ha mutado la mayonesa, puedes avanzar hacia la sección de lácteos. Allí habitan toda clase de tetrabricks de leche a punto de caducar esperando pacientemente a su próxima víctima. George W. Bush debería haber buscado allí las armas de destrucción masiva que con tanto ahínco trató de localizar en Irak. Estoy convencido de que su operación “libertad duradera” habría sido un completo éxito. A la góndola de embutidos retractilados es adonde acuden los veteranos de guerra. Allí se dan cita los jubilados, rebuscando entre paquetes el embutido que permita ser conservado el mayor tiempo posible, entendiendo por mayor tiempo posible dos días. Que si para un joven es una eternidad, para un jubilado puede que sea lo que le reste de vida. La zona de artículos de limpieza y cosméticos son todo una. Y su lógica tiene: el Pronto para abrillantar los muebles y la Nivea para abrillantar tu cara, aunque si estás afectado por la miopía como es mi caso, puede que acabes untando el Pronto en la cara y la Nivea en la mesa desplegable del salón-comedor. Esa zona del Dia es terreno de nadie, y cuando digo terreno de nadie, no me refiero a terreno neutral para las partes en conflicto, lo digo porque es la única zona de la superficie comercial sin personas a la vista. ¿Por qué la mantendrán abierta pudiendo ubicar allí otra cámara frigorífica repleta de filetes de pescadilla congelada a punto de caducar? Seguro que hay una estrategia de marketing que desconocemos los reclutas como yo, que hice la mili en su momento, pero en el calabozo, por desertor. Mañana iré al Mercadona que me han dicho que allí son pacifistas.