LA TELEVISIÓN ES NUTRITIVA

Ya conocen ustedes de sobra la animadversión que siento hacia la televisión, por lo que no voy a insistir de nuevo en seducirles para que dejen de verla o desistan en adquirir un modelo de plasma ahora que se aproximan los regalos de Navidad y las ofertas del Media Markt. Lo digo, porque el otro día leí en la prensa local de mi pequeña ciudad, que los vecinos de una localidad colindante cuya evolución demográfica ha evolucionado en 15 años de 479 habitantes censados en el año 2000 a 591 en el año 2014 (no me lo invento, lo he mirado en la página del Instituto Nacional de Estadística), han recogido firmas para reclamar a las autoridades municipales poder ver la televisión como Dios manda. Hasta aquí, todo normal. Todo el mundo tiene derecho a ver la televisión correctamente, que para eso se pagan los impuestos, entre otras cosas. Lo que me asombró, fue el número de firmas recogidas, exactamente 215 firmas de un total de 591 habitantes. Es decir, el 36,3% de los ciudadanos se han puesto de acuerdo para reclamar una necesidad que consideran prioritaria por encima de otras más indispensables y que mejorarían considerablemente la calidad de vida de la totalidad de la población como adaptar las aceras para las personas con movilidad reducida, instalación de semáforos para evitar atropellos o dotar a las calles de alumbrado público, entre otras muchas más demandas que se me ocurren y que no expongo en este artículo porque sería mucho pedir, aunque para ellos, pedir se reduzca únicamente a ver la televisión como si se les fuera la vida en ello. Pensándolo fríamente, si el 36,6% de la ciudadanía pasa más horas en casa apoltronada en el sofá delante la pantalla del televisor que paseando por las calles de su localidad, ¿para qué demandar mejoras en infraestructuras? Puede que disfrutar de los infames programas que emiten en los innumerables canales de televisión sea lo que ellos entienden por mejorar las infraestructuras. O puede que consideren que ancianos o personas con movilidad reducida donde mejor están es en casa viendo la televisión. O también puede que la luz que ilumina allá por donde pisan es un gasto innecesario, no sé.

Lo cierto es que salir a pasear por la pequeña localidad colindante a mi pequeña capital de provincias será considerado a partir de ahora actividad de alto riesgo. Sin semáforos, sin alumbrado público y sin aceras, es fácil morir atropellado por un conductor despistado o puesto hasta las cejas de estupefacientes (legales o ilegales).

En el caso de que ocurriera un atropello de estas características, date por jodido, porque nadie habrá cerca para socorrerte ya que todo el mundo estará viendo la televisión. Lo que sí estará garantizado es que se enterarán de tu muerte gracias al telediario de La 2.

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