NO ES SANO ESCRIBIR
“No es sano escribir todos los días, todas las tardes, todas las noches. También hay que salir. O tocar Scuttle Buttin de Stevie Ray Vaughan en casa. Luego escribir”. Esta frase la he entrecomillado porque no la he dicho yo, ni tampoco se me hubiera ocurrido decirla nunca. La he copiado del perfil de Facebook de mi amigo Nelson Galtero. Nelson es uno de los tres argentinos que conozco en España y el único al que considero mi amigo. Además de escribir como los ángeles, Nelson toca la guitarra como el mismísimo Stevie Ray Vaughan que es lo mismo que decir que toca como escribe, o sea, como los ángeles. Nelson tiene dos libritos autopublicados (gracias a la gentileza del gran Toni Segarra) que son dos libracos como la copa de un pino (y no es una exageración, es una metáfora que como figura retórica y llevada al plano visual ejemplifica la altura y la belleza de su prosa). Uno de sus libros lleva por título “Anexo” y el otro “Los imbéciles” (no los busquen en Amazon, es perder el tiempo). Ambos son dos joyas que merece la pena conservar en la estantería entre “La palabra mágica” de Augusto Monterroso y “Vivir adrede” de Mario Benedetti (al menos, así es como los conservo yo) y un delicia repasar de vez en cuando (tanto los de Galtero como los de Monterroso y Benedetti).
Como ya he dicho, Nelson escribe como toca la guitarra. Su narrativa es un punteo continuo repleto de detalles que si no prestas atención se incrustan en tu ánimo tal y como ocurre con las pulsaciones del Scuttle Buttin de Stevie Ray Vaughan. Lástima que no nos enseñen a tocar la guitarra en el colegio como nos enseñan a escribir. Si fuera así, el mundo estaría plagado de guitarristas imitando los riffs del genio de Texas. O puede que no, ya que son pocos los que siguen la estela narrativa de Monterroso o Benedetii, a pesar de saber escribir tal como lo hacen ellos, pero sin saber escribir como ellos lo hacen. Por esa razón, los que no tenemos ni idea de tocar la guitarra, ni de escribir, podemos lamernos las heridas escuchando Scuttle Buttin de Stevie Ray Vaughan y leyendo los textos de Nelson Galtero con el valor añadido de saber que él sí toca la guitarra sin salir de casa y además, escribe sanamente.
Después de leer los dos libros de Nelson Galtero, el cuerpo se siente tal y como decía Julio Cortázar: “…de la lectura de un gran cuento se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo”. Reconozco que desde mi segundo divorcio, mi memoria (y sobre todo mi cuerpo) no sabe lo que es un acto de amor, pero si el agotamiento producido por la lectura es tan placentero como lo fue en su momento el acto amoroso del que ni mis recuerdos ni mis músculos traen a mi presente, les recomiendo iniciar una relación de cuento con cualquiera de los cuentos de los autores anteriormente mencionados.
Una vez dicho esto, debería seguir los consejos de mi amigo Nelson y aprender a tocar la guitarra como Stevie Ray Vaughan y dejar de escribir todos los días, todas las tardes y todas noches. O en su defecto, salir de casa. Lo malo es que afuera hace mucho frío.