ODIO LOS DOMINGOS

La mayoría de la gente odia los lunes, pero el día que yo odio es el domingo. Ese día que se hizo para descansar tras cinco días (o seis) de trabajo obligatorio, es cuando mis amigos tienen siempre planes familiares y nunca puedes contar con ninguno para nada. El domingo es el día de su visita a los suegros, el aperitivo con los suegros, la comida con los suegros y la siesta con los suegros (ellos en su cama y tú en el sofá, se entiende). También el domingo es el día familiar del cine. De lunes a sábado las sesiones de las salas están completamente vacías, salvo la tarde del domingo en la que se llenan de padres e hijos despanzurrados por las butacas y acorralados por toneladas de palomitas de maíz. Así no hay quien vea ninguna película como Dios manda, y oírla ni te cuento. Entre el ruido de las bolsas de palomitas, el de las palomitas en la bocas de los espectadores, el de las palomitas que se pisan y el de algún que otro móvil con politono de arrullo de paloma, la película termina por tener más efectos de sonido que un documental sobre aves migratorias de La 2 de TVE.

Cuando existían videoclubs, allá por el siglo XX, el domingo también era el día del cine familiar, pero en casa. Entre las ocho y las diez de la noche, los domingueros de cine doméstico asaltaban los videoclubs arrasando las estanterías de pelis de acción, de terror, de aventuras, de amor… daba igual, lo importante era pasar la tarde mirando una película en VHS sin importar el género (ni el de la película ni el de quién salía en ella). Con la llegada del siglo XXI, los videoclubs desaparecieron porque pasamos de alquilar pelis en un establecimiento a bajar pelis de la red, donde te escaqueas de pagar derechos de autor y a la vez de cubrir al propietario del videoclub el pago de su cuota de autónomo. A mí también me gustaría bajarme los servicios completos de una prostituta por internet en lugar de tener que salir de casa para alquilarlos en locales, pero aún no se ha creado la tecnología que lo haga posible, aunque al ritmo que vamos, tiempo al tiempo. Puede que por culpa de las bajadas de la red ya no queden negocios de videoclubs y sí negocios de prostitución, que por otro lado no cobran canon ni derechos de autor, que más razón que la SGAE tienen para hacerlo (por cierto, otro negocio aún más oscuro que el de la prostitución).

Por esa razón, con tanta dedicación dominguera a la familia por parte de mis amigos, he decidido inventarme mi familia propia y dedicarles todo mi domingo tal y como hacen ellos con las suyas en el día del Señor. Ahora tengo suegros imaginarios, cuñados imaginarios, hijos imaginarios y hasta esposa imaginaria. Cuando vamos todos juntos al cine estoy rodeado de asientos vacíos, así puedo escuchar perfectamente los diálogos de la película sin los efectos especiales de toda una familia numerosa de carne y hueso masticando palomitas de maíz en mi oreja. Aunque con tanto pariente imaginario me dejo un dineral en la compra de entradas, casi tanto o más como el que me dejo alquilando los servicios sexuales a ese tipo de mujeres que, como yo, también odian los domingos, aunque en el caso de ellas por tener que trabajar. Todo sea por los derechos de autor.

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