LA ESTUPIDEZ INSISTE

El filósofo cordobés Abu al-Walid Muhammad ibn Ahmad ibn Rush, más conocido por Averroes, dijo hace más de 800 años que hay cuatro cosas en la vida que no pueden ocultarse por mucho tiempo: la riqueza, la pobreza, la ciencia y la estupidez. No voy a hablarles aquí y ahora de la riqueza. No porque no quiera, sino porque a día de hoy no dispongo de dinero suficiente para saber por experiencia propia lo que significa ser rico. Por el contrario, podría definir lo que es ser pobre, pero les voy a ahorrar el mal trago, ya que hubo un momento de mi vida en el que faltó el canto de un duro para acabar pidiendo a los amigos lo que les sobraba de comida para tener algo que llevarme a la boca. Tampoco voy a hablarles de ciencia ya que ni he estudiado nada relacionado con ninguna de las ciencias que se imparten en las diferentes facultades de las distintas universidades que pueblan las capitales de provincia de España y que además de formar profesionales cualificados, también forman viajeros muy cualificados, a juzgar por la ingente cantidad de talento que ha emigrado en busca del futuro que aquí se les niega. Por eso puedo confirmar sin miedo a equivocarme que para lo que realmente me siento capacitado es para hablarles de estupidez y muy especialmente de la mía propia, ya que es la que mejor conozco y con la que muchos de ustedes podrán sentirse identificados. Con lo que estoy diciendo no es que les esté llamando estúpidos a ustedes, faltaría más, sino que puede que vean en mi estúpido comportamiento algo de la misma estupidez que ven en el suyo. No se me ofendan si dado el caso coincidimos en muchas de las estupideces que cometemos a lo largo del día, que estoy seguro que tanto en su caso como en el mío son incontables. Lo que realmente quiero decir es que la estupidez resulta tan innata al ser humano como lo es la inteligencia, la sabiduría, el conocimiento, la resolución de problemas, la compasión, la clemencia, la piedad y todo aquello que nos define como personas, especialmente cuando la cantidad es tan abundante que desborda todas las previsiones a pesar de no dar muestras fehacientes de su existencia. Por ello, estoy totalmente de acuerdo con Averroes cuando dice que resulta imposible ocultar por mucho tiempo la estupidez. Yo lo intento cada mañana, pero la estupidez insiste e insiste y yo no puedo evitar sacarla a pasear y hace sus necesidades allá por donde pisa, para después volver a casa a descansar. Es entonces cuando aprovecho el tiempo y me da por escribir artículos como este, el único medio del que dispongo para tratar de parecer menos estúpido de lo que soy (o somos, según se mire).

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