NADIE REGALA NADA

Ya nadie regala nada. Aunque parezca que sí, no nos llevemos a engaño. No conozco a nadie que dé duros a cuatro pesetas. Y eso que con la llegada del euro los duros pasaron a mejor vida junto con la “pela”, la “chocolatina”, el “talego”, los “kilos” y otros tantos múltiplos de una moneda que molaba bastante más que la que tenemos ahora. Es evidente que Euro no cae bien. Un ejemplo claro es el apodo. Cuando te llevas bien con alguien, le pones un apodo cariñoso. Estoy convencido de que incluso usted que lee esto tiene un apodo o al menos lo tenía de niño en el barrio: “el Chino”, “el Tirillas”, “la Pelos”… Pero al Euro nadie ha sabido ponerle apodo, porque no conozco a nadie que lo aprecie como se apreciaba antes al “duro” de 5 pesetas. Bueno, existe el mote de “el Bin Laden” para los billetes de 500 euros, pero eso fue por el tiempo que permaneció escondido el primero (sólo Dios supo dónde) como los segundos (todos sabemos dónde y Dios, también).

Los bancos tienen por costumbre regalarnos cosas cuando nosotros les metemos dinero y ellos a cambio nos meten miedo en forma de comisiones. Algunos de ellos, más que bancos parecen el Media Markt y el Leroy Merlin juntos. Entre sartenes, juegos de cacerolas, pantallas de plasma y consolas de video juego, puedes llegar a tener tu casa totalmente equipada únicamente por domiciliar tu nómina de por vida (y también por el tiempo que dure la vida de tus hijos, nietos y biznietos). Pero esto último no lo sabemos porque ese dato aparece al final del folio en letra pequeña, esa letra cuyo tamaño es inversamente proporcional a los disgustos que provoca no ser leída.

Los bares antes también te regalaban la tapa, pero desde que Ferrán Adriá sacó su menú de tapas por 125 euros, no existe taberna, cantina, tasca o bodega que junto a la caña de toda la vida te ponga una tapa de toda la vida, pero a un precio que te mueres allí mismo. Ahora tienes la tapa por un lado y la caña por el otro, con su precio por un lado y su precio por el otro. Es lógico, si Adriá se forra con sus bolitas de caviar de melón, ¿por qué el bar de la esquina no puede sacarle rentabilidad económica a una aceituna, una cebolleta y un pepinillo atravesados por un palillo?

Lo malo de esta fea costumbre que se está instaurando de no regalar nada a nadie es que cuando llega tu cumpleaños y comienzas a recibir presentes de familiares, amigos y compañeros de trabajo, nunca sabes cuándo te los van a cobrar y si va a ser en efectivo o en especie. Yo, por si acaso, aún conservo sin desenvolver los regalos de los Reyes Magos de las pasadas navidades, no sea que un día de éstos forme parte de algún juego de esos de amigo invisible que suelen organizar en mi oficina y me toque regalar algo a mi jefe de sección. Me imagino la cara que pondrá cuando vea en sus manos la piedra de carbón que me trajo el rey Baltasar. Lo dicho, que ya nadie regala nada.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s