EL CLÍTORIS

Hay muchas cosas en este mundo que permanecen ocultas y en realidad están a la vista de todos y de todas. No es que se escondan porque deseen vivir sin ser reconocidas, o rehuyan de mostrarse tal y como son cuando son llamadas a presentarse en sociedad o a lucir sus encantos en la intimidad, simplemente son así y así es como deciden mostrarse. Desconozco las estrategias que usarán para pasar desapercibidas, pero existir, existen. Es algo que todo el mundo sabe, especialmente las mujeres, ya que nadie mejor que ellas conocen su físico (y también sus reacciones químicas).

De todos y todas es sabido que resulta difícil cuidar lo que no se ama y amar lo que no se conoce, aún más si ni siquiera existe posibilidad de verse y especialmente tocarse (iba a decir acariciarse, pero el término “tocarse”, me parece más indicado dadas las circunstancias). Esta teoría sobre el amor choca de pleno con la idea romántica teorizada por el filósofo griego Platón allá por en siglo IV antes de Cristo cuando en uno de sus muchos simposios nos daba pistas sobre su visión partidaria del afecto amoroso. Cito textualmente: “el amor debe considerar más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo, de suerte que si alguien es virtuoso en el alma, aunque tenga un escaso esplendor, séale suficiente para amarle, cuidarle, engendrar y buscar razonamientos tales que hagan mejores a los jóvenes, para que sea obligado, una vez más, a contemplar la belleza que reside en reconocer que todo lo bello está emparentado consigo mismo, y considere de esta forma la belleza del cuerpo como algo insignificante”.

 No sé si lo han pillado bien (a mí me costó leerlo tres veces). En esencia, lo que quiere decir Platón es que la belleza está en el interior. Aunque muchos hombres de los que conozco (y a pesar de conocerles no estoy obligado a sentir un mínimo de afecto por ellos) tienen serias dificultades en encontrar aquello que creen que existe dentro de sus femeninas parejas y que por más que buscan (día sí y noche también) no terminan de encontrar. Las mujeres que en este momento estén leyendo estas palabras y se sientan identificadas que levanten la mano (o mejor dicho el dedo). Puede que así ellas también encuentren en su interior lo que no sabían que tenían a pesar haber oído hablar de ello a sus mejores amigas, aquellas que sí aman lo que bien conocen y tratan de cuidar como oro en paño.

Y después de haber llegado a estas alturas del artículo, se estarán preguntando ustedes por qué coño poner a este artículo por título “El clítoris”, ¿verdad? (iba a decir “cojones” en lugar de “coño”, pero el término “coño”, me parece más indicado dadas las circunstancias). Precisamente la intención del título es conseguir que lectores y lectoras lleguen leyendo hasta aquí, ya que leer es un placer. Casi tanto como un buen orgasmo.

Ya lo decía Platón hace veinticinco siglos “…la belleza reside en reconocer que todo lo bello está emparentado consigo mismo”. Y a falta de orgasmos, bien vale un buen libro. Bonito final, ¿verdad?

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