EL EGOÍSTA
Sólo he abandonado a una mujer en mi vida. No lo hice por ella, sino por mí. La abandoné porque estando con ella no me quería a mí mismo. Todo lo que hacemos en esta vida lo hacemos por los demás, y en aquella ocasión, yo lo hice por mí. Lo reconozco, soy un egoísta. A ella, en cambio, le dije que lo hacía por su bien. Y se lo creyó, pero con el paso de los años, el que se lo ha acabado creyendo he sido yo. Desde que decidí abandonarla, tampoco noté que me quisiera más a mí mismo, casi al contrario. Bebo más de lo que bebía estando con ella, volví a fumar (cosa que había dejado cuando nos conocimos), no duro en ningún trabajo más de cuatro semanas, y entre unas cosas y otras, estoy que no doy pie con bola. Durante mucho tiempo la hice responsable de que me odiara a mí mismo y ahora me siento culpable, y cada vez que lo pienso, aún me quiero menos. Se me ocurren varias medidas a tomar, pero ninguna me convence. Entre ellas, destaca dejar de lado lo que me hace daño físicamente. Puede que funcione lo de “mens sana in corpore sano”. Nada de tabaco, ni gota de alcohol y a ser posible asearme un poco antes de cada entrevista de trabajo. Llevo en ello algo más de un año y aunque aún no hay ninguna oferta de empleo en firme, cierto es que a mí mismo yo sí que me veo mejor que nunca. Hasta me he apuntado a un gimnasio y las abdominales están haciendo aflorar músculos en mi cuerpo que no tenía ni idea de que existieran. A veces, cuando voy por la calle camino de un posible puesto de trabajo vistiendo traje de oferta de la planta de oportunidades de El Corte Inglés, noto las miradas seductoras de alguna que otra mujer y eso me reconforta poderosamente. Al final puede que lo que dicen por ahí de que todo cambio siempre es para mejor sea realmente cierto. En mi caso ese cambio me ha llevado su tiempo, pero tal y como también reza otro refrán, no hay mal que cien años dure. El tema de poner bajo cuerda al egoísmo es lo que estoy tardando más en dominar. Sigo soltando alguna que otra mentirijilla en mi currículum (nada que cante mucho, por supuesto) y cuando me preguntan por el estado de mi vida sentimental zanjo el asunto con un “todo perfecto”, aunque segundos después mi yo interior me castiga con un remordimiento de conciencia que deriva en una jaqueca que sólo pueden eliminar tres copazos de ginebra. Pero tal y como dije antes, hace tiempo que abandoné todo lo que me hacía daño, empezando por la mujer que más quise, más incluso que de lo que me quiero a mí mismo. Vaya egoísta de mierda que soy.