A TOMAR POR CULO LOS OPTIMISTAS

Cuando no se puede, no se puede. Es algo que muchos y muchas no entienden, ni comprenden, pero aún así se empeñan en querer que sí pueden. Y por poder, se creen en el derecho a ordenar al resto de la humanidad el reclutamiento en su orden eclesiástico-religiosa-sectaria del Santo Cristo del Optimismo Posible e Inmaculado (que no sé si existe, pero muchos veneran como si existiera).

En la cima de esa pirámide de inconscientes, irreales y quiméricos personajes se encuentran los irredentos. ¿Cómo reconocer a un optimista irredento? Es muy fácil. Es aquella persona que cuando se dirige a ti lo hace en términos más cercanos a la divinidad religiosa que a la humanidad mundana. “Pide y se te dará”, “persevera y llegará”, “cree en ti mismo y lo conseguirás” son, entre otras, las numerosas frases que emplean esta tipología de seres (digo seres, porque ahora mismo estoy tranquilo. Pero me tendrían que ver después de cruzarme con uno de ellos, o de ellas que también hay optimistas femeninas, y muchas. Es en esos momentos cuando echo espuma por la boca).

Lo que a un optimista no le entra en la cabeza es que “querer” no siempre es “poder”. Que nada más hay que ver cualquier programa de esos de mierda que ponen en el canal de mierda que es Telecinco para darse cuenta de que “querer” y “poder”, no son la misma cosa. Me refiero a ese tipo de programas donde suele ir gente a cantar (o a demostrar que cree que sabe cantar) o a bailar (o a decir a los de su puto pueblo o ciudad de mierda que creen que saben bailar) y a hacer otro tipo de cosas que nadie en su sano juicio se atreve hacer y menos en público. Pero ellos, aún así, acuden impulsados por el optimismo propio o el de ajenos, que ya no sé cuál es el peor. Total, que una cosa es querer ser Freddie Mercury y otra muy distinta es poder llegarle a la suela de los zapatos (mejor dicho a la altura de sus zapatillas marca Adidas modelo Hércules). Humildad, señores y señoras optimistas. Humildad y más humildad.

Yo, por ejemplo, quiero ser un gran escritor, pero sé de sobra donde alcanza mi talento. Un talento que nunca jamás de los jamases llegará al mínimo porcentual talento de quien admiro al leer sus libros. Por eso me consuelo escribiendo estos artículos. Y me consuela (y mucho) que usted los lea. No sé si le harán gracia, le sacarán un sonrisa, le harán reflexionar o le convertirán en un ser optimista. Pero en el caso de que así sea, por favor, no se cruce conmigo y menos me diga “cree en ti y lo conseguirás” porque llevo creyendo en mí desde hace 40 años y no he conseguido un puta mierda. Así que he decidido dejar de creer en mí y puede que así consiga algo. No sé el qué, pero algo caerá, seguro. Y si no es hoy, mañana. Y si no, al otro. Estoy convencido de ello.

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