MUJER TENIA QUE SER

No sabía que los testículos tuvieran la capacidad de trepar a la garganta hasta que el otro día, en un cruce, un Seat Ibiza se saltó un “stop”. Un susto así, hace que se te pongan de corbata aunque no tengas testículos, como es mi caso por ser la mujer hecha y derecha que nací. Tampoco sabía que las señales de tráfico se pudieran saltar, y algunos coches las saltan como Carl Lewis saltaría un bordillo o un charco en la acera.

Fue el martes. Había quedado con una amiga en Aluche a tomar café. Era la hora de siesta, hacía calor, mucho calor y el tráfico en Madrid hacía la digestión al igual que todos esos funcionarios con jornada intensiva que después de comer tirados en el sofá dormitan con un documental de La 2. Total, que bajo por la cuesta de San Vicente tan tranquila al volante de mi Lancia color plata para coger el paseo de Extremadura, y al salir de la rotonda de Príncipe Pío, va el Seat Ibiza y de buenas primeras se planta delante de mis narices sin venir a cuento. Por suerte mi Lancia color plata va equipado con esos frenos que dicen ABS y que vienen ahora de serie en toda la gama que si no, todavía estoy recogiendo del asfalto la muela del juicio del golpetazo. Y eso que me la quitaron cuando cumplí los trece, pero seguro que del susto que me di, me volvió a salir de sopetón. Y encima el muy imbécil me grita que “si mujer tenía que ser”, que “si no sabemos más que cocinar”, que “la preferencia era suya”, que “si entraba por la derecha”… Aunque por la pinta que llevaba, no debía saber ni cuál era su izquierda ni cual su derecha, ni tampoco dónde está la preferencia. Tampoco debía saber lo que significa “stop”, pero eso se lo perdoné, ya que el pobre a lo mejor en el colegio era de los de francés. De lo que sí estoy completamente segura es que era miope, porque mira que es bien grande la señal de “stop”, como para no verla. En fin, que cuando quise llegar a la cafetería donde había quedado con mi amiga, era ya la hora de la cena y claro, ya no estaba. Con lo que me tocó dar la vuelta y regresar por donde había venido. Y como todavía el susto no había desaparecido, decidí que era mejor dejar aparcado mi Lancia color plata frente a la cafetería y volver a casa en metro.

De esto hace ya más de año y medio. Así que cuando todo lo no tengo de serie y trepó hasta mi garganta por culpa del susto regrese a su sitio y pueda volver a tragar, será cuando regrese yo también a por mi coche Lancia color plata. Hasta que llegue ese día seguiré tomando el metro, que al menos no es capaz de saltarse señales de tráfico, que yo sepa, vamos.

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