KINTSUGI
Nada de lo que se rompe, termina roto para siempre. Los japoneses, que históricamente tienen más experiencia que nadie en recuperar cosas rotas para darles aún más valor de las que tenían antes de estar hechas pedazos, han convertido su afición a unir desperfectos en un arte perfecto. Se llama Kintsugi, y consiste volver a unir las fracturas de la cerámica empleando barniz de resina espolvoreando sobre ellas partículas diminutas de oro. Detrás de este bello gesto hay toda una filosofía reparadora de la que deberíamos aprender el resto de humanos occidentales.
La filosofía oriental japonesa Kintsugi reza que cada rotura o pedazo partido, por pequeño que sea, lleva consigo la historia del conjunto del objeto, por lo que deshacerse de la parte sería desperdiciar el todo. La idea de mostrar cada fragmento a la vista, dejando la evidencia de la cicatriz como muestra palpable de que el daño sufrido más que hacer mella lo hace más fuerte, es lo que da valor al concepto. Por eso los japoneses, a pesar de ofrecer una imagen de rigurosa intimidad y precaución en su comportamiento, consideran que cada tropiezo en esta vida sirve para algo. Para empezar, sirve para llegar más lejos, sentirse más firme y seguro, y además, hacerlo siendo mejor persona.
Cuando el amor que sentía por mi anterior pareja saltó por los aires y dejó mi corazón hecho añicos, nunca pensé que sería lo suficientemente fuerte como para volver a enamorarme. Como dice el proverbio chino: “Si por miedo evitas que te rompan el corazón, no habrá merecido la pena vivir”. Pero tras aplicarle la filosofía Kintsugi en todo su perímetro, puedo afirmar que cada pedazo habla con la misma intensidad que lo hace la totalidad del mismo en cada uno de sus latidos. Y como si fuera una jarrón de la dinastía Ming de mil y una trizas recompuestas con barniz de resina espolvoreado con oro, el paso del tiempo no solamente lo ha hecho aún más fuerte sino que incluso ha incrementado su valor. Puede que sea por eso por lo que mi antigua pareja quiere volver a enamorarse de él. O puede que lo haga porque tras haberlo dejado caer de entre sus manos ha terminado por darse cuenta de aquello que echó a perder. No lo sé.
Pero sea por lo que fuere, como ocurre con la filosofía Kintsugi aplicada al amor, será el tiempo el que termine por poner cada pedazo en su sitio. Aunque me temo que a nosotros nos pondrá muy lejos el uno del otro.