LOS ACADÉMICOS
“Desde su creación en 1713, la RAE está formada por miembros de número. Los primeros estatutos, de 1715, fijaron en veinticuatro las plazas de la corporación, designadas con las letras mayúsculas del alfabeto”.
Con este texto entrecomillado “copy paste” de la web de la RAE, quiero empezar el artículo de hoy para hablar de las incongruencias que salpican la vida cotidiana en la que nos sumergimos desde que abrimos los ojos al amanecer (sé que existe otra vida cuando no abrimos los ojos, pero de esa hablaré en otro artículo cuando toque explicar a Freud y la interpretación de los sueños).
Leyendo el texto de la RAE, se nos dice que para enumerar a los miembros de número recurren a las letras. Me pregunto si en las otras Reales Academias también recurren al corporativismo exacerbado para enumerar a sus miembros. Supongo que en la Real Academia Nacional de Farmacia usarán los elementos de la tabla periódica para enumerar a sus miembros. También me imagino que la disposición de las butacas estará en función de los elementos químicos que desprende cada miembro y cada uno de ellos se sentará en la butaca asignada a su nombre siguiendo el orden del número de protones acorde con sus propiedades químicas.
Si el escritor Arturo Pérez Reverte ocupa la silla “T mayúscula” en la RAE, su homólogo en la Real Academia Nacional de Farmacia ocupará la silla “Rn”, símbolo del Radón, el elemento más radioactivo de los gases nobles junto al dióxido de carbono elemento presente en cada uno de los pedos que nos tiramos (iba a utilizar la palabra flatulencia, pero la he tachado porque no quiero que me tachen a su vez a mí de repelente).
Siguiendo la línea argumental del estilo corporativo de la Real Academia Española de la Lengua que usa las letras para enumerar a sus miembros de número, es cuando podemos comprender la razón que obliga a los miembros directivos de otras corporaciones como Coca-Cola a vestir siempre corbata roja, los del BBVA la llevan de color azul, las concejalas de Ciudadanos cubren su cuello con fulares color naranja e incluso el presidente de Greenpeace lleva teñido el pelo de verde. Aunque en este último caso no sabría distinguir entre lo que es cabello y lo que es césped.
Bromas a parte, considero que el marketing corporativo ha hecho más mal que bien a las industrias a las cuales creer servir para fines más allá de los pecuniarios. He llegado a ver consejeros delegados con el logotipo de su empresa tatuado en el antebrazo, e incluso en la nalga derecha. Supongo que en este último caso será para que su inmediato superior vea hasta dónde llega la fidelidad empresarial del subordinado cada vez que le da por cul…tivar la imagen de empleado ejemplar.
En conclusión, que si desean formar parte de una corporación ya sea Real Academia o irreal, nada mejor que seguir a pies juntillas las normas de los manuales de imagen corporativa. Son una garantía de éxito empresarial, aunque muy alejados del éxito como seres humanos.