EL CRISTO DE LA PACIENCIA

Ha tenido que ser hoy, precisamente hoy Viernes Santo cuando he tenido que enterarme de que existe el Cristo de la Paciencia. El Santísimo Cristo de la Humildad y la Paciencia es venerado por los creyentes cristianos de Las Palmas de Gran Canaria que idolatran la imagen de un Jesús de Nazaret que evoca el momento en el que sale al encuentro de San Pedro tras del interrogatorio con Anás. Y hoy, precisamente hoy, se cumplen dos semanas desde que mandé a la mierda a mi jefe. Iba a escribir que le mandé a tomar por culo, pero finalmente lo he tachado por respeto al día en el que estamos y también por respeto a los queridos lectores y lectoras canarios que tengan a bien cumplir los rituales que su religión católica impone porque sí. Insisto, mis disculpas. Le mandé a la mierda porque ya no podía más. Después de docenas de horas extras sin pagar, favores no devueltos y soportar broncas sin venir a cuento. Después de incrementar los beneficios de la empresa sin recibir contraprestación alguna, abonar de mi propio bolsillo gastos correspondientes a la ejecución intrínseca de mi labor administrativa, rehusar incrementos salariales en beneficio del beneficio común de la plantilla, soportar soporíferas cenas de empresa, comidas de empresa, desayunos de empresa sin tener dietas de empresa incluidas en mi nómina, recibir llamadas telefónicas al móvil personal fuera del horario laboral incluyendo sábados y domingos… después de todo esto y mucho más que me callo para no aburrirles, el muy imbécil me dice que si puedo acompañar a su esposa a Venecia durante tres días mientras él acude a las Vegas a un congreso de directivos. Que si le coincide con su aniversario de boda y lo había olvidado, que si a él no le importa ni a su mujer tampoco, que ya estuvieron en Venecia en su luna de miel y repetir sería un coñazo, que si esto, que si lo otro… Total, que a pesar de haberle mandado a donde ustedes ya saben, aquí estoy, en Venecia, pasando el Viernes Santo de la Semana Santa más el sábado santo y el santo domingo con la mujer de mi jefe con el consentimiento de mi jefe y también el de ella.

Pensarán que la situación es perfecta, salvo por el detalle de que he sido yo el que ha corrido con los gastos del viaje que incluyen dos billetes de avión en first class, la suite presidencial del Hotel Danieli, el paseo en góndola de 45 minutos, la visita privada al Palacio Ducal y las tres cenas en el restaurante Quadri con previo aperitivo de Bellini en Harry’s Bar.

Por eso te pido, Santísimo Cristo de la Humildad y la Paciencia, concédeme la paciencia suficiente para soportar tres noches de amor, lujuria y desenfreno con la mujer de mi jefe. Concédeme la paciencia indispensable para asumir el desafío de satisfacer cualquier capricho sexual que ella tenga a bien proponerme. Concédeme la paciencia (y la fuerza física) para llegar al amanecer y haber dejado el pabellón bien alto, casi tan alto como el Campanille de Piazza San Marco. Que conste que lo hago por el trabajo que da de comer a mi familia y por hacerle un favor a mi jefe (bueno, a su mujer). Sé que es mucho pedir, pero para eso eres el Cristo de la Paciencia, ¿no? Así que ponte las pilas que tengo mucho curro por delante en Venecia.

 

 

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