LO JURO

Juro por lo más sagrado que lo he intentado. He intentado ir al gimnasio (tres veces que me apunté y otras tres veces que me desapunté). He procurado vestir acorde a mis proporciones físicas. Seguí la recomendación de una esteticista y su personal assistant que diseñaron en exclusiva un catálogo de prendas y colores que mejor combinaban con mi hechura corporal y la tonalidad epidérmica de mi tez facial.

Puedo prometer y prometo haber consagrado mi existencia a ingerir alimentos sin azúcar, sin sal, sin gluten, sin grasas animales, sin grasas vegetales, sin sabor, ni olor, ni forma definida, ni color. He probado leer los libros más importantes de los autores más representativos de los movimientos más relevantes de la literatura en castellano, desde la generación del 98, la del 27, la del 36, la del 50 y también a los autores de la Generación X, la XL e inclusive la XXL (que no sé si existe, pero debería existir por el tamaño de sus libros que nunca bajan de las 400 páginas. (¡¡¡¿Quién cojones se lee un libro de 400 páginas?!!!).

He asistido a clases particulares de inglés dos horas al día, tres veces por semana (incluyendo gramática, pronunciación y dicción sajona). He tratado de escuchar día y noche los discos que han marcado una época en todas las épocas desde que existe el formato de vinilo. El “Thriller” de Michael Jackson, el “The dark side of the moon” de Pink Floyd”, el “Back in Black” de AC/DC (éste me lo sé de memoria), el “Saturday night fever” de los Bee Gees e incluso el “Nevermind” de Nirvana que nunca importa si lo escuchas del derecho o del revés porque suena igual.

He aprendido a cocinar sin Termomix, a afeitarme con cuchilla, a lavarme los dientes tres veces al día, a caminar recto, a sentarme recto, a conducir recto e incluso a excitarme erecto. También sé cómo llorar, cómo toser, cómo morder, cómo masticar y cómo reír y de qué reírme, cuándo, de quién y por qué. He logrado dejar de fumar, de beber, de toser sin poner la mano, de hurgarme la nariz con el dedo índice y de sacarme el cerumen de los oídos con un tapón de boli BIC (los mejores, por cierto).

He dejado de rascarme mis partes en partes donde hay gente delante, especialmente frente al escaparate del Victoria’s Secret y salidas de gimnasios femeninos. He pagado las deudas contraídas desde hace “ni me acuerdo” y no vuelto a contraer más. He prestado dinero a conocidos, alquilado mi casa a desconocidos (por Airbnb) y dejado mi coche a mi cuñado sin remordimiento alguno. Voy a todas partes en metro, en autobús, y en taxi cuando es imposible llegar en metro o en autobús. Cedo el asiento a las personas mayores, a mujeres embarazadas y no embarazadas, a los discapacitados, a las madres acompañadas de bebés y a los bebés acompañados de padres.

Juro por lo más sagrado que he hecho todo lo posible para ser más culto, más listo, más sensible, más guapo, más inteligente, más educado, más atractivo, más varonil… pero no lo consigo. Tendré que conformarme con ser simplemente yo mismo.

 

 

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