DUDAS EXISTENCIALES

La duda existencial persigue al ser humano desde que es ser y con más ahínco desde que es humano.

¿Cuál es el propósito de la vida?, es cuestión perenne desde tiempos inmemoriales.

¿Por qué estamos aquí?, volvemos a preguntarnos cada mañana y muy especialmente la mañana tras una noche de borrachera (en la que salimos a entrar en bares y terminamos entrando en la habitación de quien no hubiéramos entrado estando sobrios).

Las dudas existenciales son tantas, tan numerosas y tan repetitivas que además de dar lugar a un movimiento popular en el siglo XIX, aún hoy siguen paralizando nuestros movimientos. Por otro lado, no deja de ser paradójico que la búsqueda de la existencia nos paralice cuando precisamente lo que hay que hacer para buscar algo perdido es moverse incansablemente de un lado para otro.

En fin, a lo que voy. Muchos buscan la razón de su existencia en el pasado. Quizá lo hagan por hallar la respuesta a la pregunta ¿de dónde venimos?. Son ellos los que tratan a través de la moda “vintage” recuperar el pasado que nunca tuvieron, y si lo tuvieron no fueron conscientes de haberlo vivido. Son también esas personas que flipan viendo los capítulos de la serie televisiva “Cuéntame porque de atrezo salen los mismos muebles que había en casa de sus padres, la vajilla “igualita-igualita” que la de la casa de sus padres, o suenan de fondo las canciones que escuchaban sus padres. Y ahora mismo, en cambio, ni son capaces de escuchar a sus padres cuando llaman por teléfono, y ni se dignan a visitarles en la casa con los muebles y la vajilla que ven en el “Cuéntame”.

También están aquellos dudosos existencialistas que miran hacia adelante y desde que amanece tienen la pregunta ¿a dónde voy? como leit motiv de su día. Algunos se responden a sí mismos yendo al trabajo al volante de un coche que está por encima de sus posibilidades. Otros creen que van a ganarse la vida cuando en verdad es la vida la que termina por ganarles a ellos y les devuelve a casa completamente vencidos cada día al llegar la noche.

¿A dónde voy?, solemos preguntarnos con frecuencia. Conozco a muchos amigos que tienen resuelta esta duda existencial en dos palabras: “Al bar”. Es entre efluvios etílicos donde creen hallar respuesta a la pregunta sobre la existencia de la verdad absoluta, que con total y absoluta seguridad les puedo confesar que no existe. Lo sé porque el otro día lo pregunté en una reunión de Alcohólicos Anónimos reincidentes, y todos coincidieron en que estaba en el fondo de una botella de Vodka. Ninguno de los presentes aportó prueba alguna de su existencia, salvo dos de ellos (entre los que me incluyo) que aún notaban su efecto en forma de resaca de tres pares de narices. Qué mundo.

 

 

 

 

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