ERRAR ES HUMANO, RECTIFICAR ES DE SABIOS

Todos cometemos errores. Los cometía nuestra madre, cuando en la más tierna infancia nos recostaba en la cuna en la postura que ella creía conveniente (opuesta a la sugerida por el pediatra). Los cometía nuestro padre que nos proporcionaba todo tipo de bienestar con todo su cariño y todo su amor (incluyendo su propia ausencia). También el mejor amigo los comete al traicionar nuestra confianza cuando las circunstancias son más poderosas que la amistad (y que cualquier otra cosa). Y por su puesto nuestra pareja para quien su amor propio supera con creces al amor recibido.

Cometer errores son norma habitual en la vida. Forman parte de ella como lo forman los aciertos. Resulta inevitable escapar de su área de influencia, porque el error es omnipresente y el acierto es casualidad.

El dicho popular “somos lo que atraemos” contiene en sí mismo tanto de verdad como de falsedad, que es lo mismo que decir acierto versus error. Otro dicho popular “tenemos lo que nos merecemos”, puede encasillarse en la misma tipología de frases que hacen tanto mal como bien al ser humano.

Los aciertos, a diferencia de los errores, son méritos no tanto por el hecho de acertar como por la ausencia de errar. Todos hemos visto lograr victorias a nefastos jugadores de tenis gracias a los errores de un magnífico contrincante. También hemos visto obtener plazas a oposiciones a cargos públicos debido al número superior de fallos en las respuestas que de aciertos del opositor más cualificado. Por no mencionar las salidas nocturnas de fin de semana “a pillar cacho”, o a “lo que surja” en la cual el error del contrario (o contraria) nos conduce al orgasmo en brazos de un “dios griego” o de una “amazona salvaje”. Y todo por el simple hecho de dejar que otros erren estrepitosamente.

Conozco a más de uno y a más de una cuya estrategia de éxito se basa en permitir el error ajeno. Visto desde una perspectiva castrense no deja de ser una estrategia de victoria tan válida como cualquier ataque, con el valor añadido del empleo mínimo de recursos y el mantenimiento de la energía para ser empleada a posteriori con el fin de afianzar el logro y asentar definitivamente el resultado.

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua lo define claramente con el término “eficiencia” que describe como la “capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado”.

Como soy más de errar que de acertar, por eso quedo a su completa disposición para que comenten si desde su eficiente punto de vista, he conseguido el efecto determinado de haberles hecho pasar un minuto y medio agradable con la lectura de este artículo.

Si acierto, el mérito será todo suyo. Si fallo, sólo será un error más en mi larga lista de equívocos. Es mi manera de alcanzar el éxito, ir de fracaso en fracaso.

 

 

 

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