PALABRITAS EN ROJO
Cada vez que escribo erróneamente una palabra en mi ordenador, inmediatamente aparece subrayada en rojo. Por ejemplo, si quiero escribir ornitorrinco y por accidente escribo hornitorrinco, aparece bajo la palabra el perfil colorado de un serrucho que amenaza sesgar quirúrgicamente al pobre ornitorrinco condenándome a mí al Olimpo de los analfabetos infomáticos (vaya, otra vez he vuelto a teclear mal).
Según reza la divinidad Microsoft, se debe a que el programa “Word” viene de serie con un corrector automático que mediante un indicador visual advierte del error gramatical. A priori, que bajo cada palabra mal escrita aparezca un serrucho en rojo, es más amenazador que el capón que me daba el profesor de la asignatura de Lengua allá por los años 70, cuando aún se llevaba eso de “la letra con sangre entra”. Pero por muchas faltas de ortografía que cometa, sé que a día hoy mi “Word” no hace el daño corporal que hacía aquel profesor franquista de mentalidad medieval heredada de la Santa Inquisición. Por eso, desde que uso teclado en lugar de lápiz, voy cometiendo errores a cascoporro. Mi psiquiatra dice que es una respuesta de mi subconsciente en venganza por los capones de antaño, pero yo creo que lo hago porque me sale de los uevos (ups, otra falta más).
Por el momento no he decidido poner fin a este deleite de convertir las palabras en términos mutantes vagando libremente por la pantalla de mi ordenador. Lo disfruto y mucho. Es mi ramalazo antisistema. Cada vez que tecleo en mi portátil un texto con el “Word”, le doy tantas patadas al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua como Cristiano Ronaldo al balón en un partido de clasificación para el mundial de fútbol.
Me pregunto qué dirán los académicos que se sientan en esos sillones que en lugar de ir numerados van letreados (de nuevo, otra palabra no admitida por el señor Bill Gates, aunque sí por la RAE). Y ahora que lo pienso, Bill Gates como creador de un programa de escritura que corrige automáticamente las faltas de ortografía, se merecería también una silla en la Real Academia de la Lengua, ¿no? Aunque pensándolo aún más y mejor, cuando escribo su nombre usando su propio programa de escritura “Word” también aparece subrayado con una línea roja en forma de serrucho, ¿por qué será?. A lo mejor poniendo Bill Puertas en lugar de Bill Gates los letreados académicos de la RAE darían por buena la acepción de su nombre.
Puede que el “Word” sustituya en el futuro al diccionario y también puede que a Bill Gates le nombren miembro honorífico por su aportación a la difusión del correcto uso del castellano. Voy a redactar una carta al director de la RAE con la sugerencia. Y para que quede claro, la llenaré de faltas de hortografía (como la que acabo de escribir). No sé si me van a hacer mucho caso, pero dañaré su moral como aquel profesor franquista que nos hacía llorar por poner letras hache donde no era necesario y por quitarlas donde realmente no tienen sentido. Qué mundo más retorcido.