AHORA O NUNCA
Muchas de las cosas que hoy no entendemos cobran sentido cuando ya no existen.
La primera emoción que te abraza es lamentarse por no haber sido lo suficientemente rápido a la hora de valorar lo que el tiempo supo regalarnos cuando pudimos disfrutarlo en todo su esplendor y magnitud.
Cierto es que no podemos vivir los momentos que no nos ha tocado vivir, pero negarse a vivir los tiempos que nos toca vivir tiene mucho delito. Ser testigos de nuestro día a día es una responsabilidad de todos y cada uno de nosotros. Pero no basta con mirar, hay que observar y que la observación sea el paso previo a la implicación (que es una actualización de la acción).
Digo esto porque no sólo hay que llenar de sentido nuestra presencia en la tierra, sino que también es necesario ofrecer un legado aún mejor a nuestros sucesores. ¿De qué hablará este tío en su artículo de hoy?, se estarán preguntando muchos y muchas de ustedes. Hoy se cumplen 6 años de la muerte del cantaor granadino Enrique Morente. Fueron muchos los que no entendieron su cante cuando estuvo vivo y por no querer entender se negaron a escucharle. Y ahora, cuando ya no puede seguir alzando su voz, le escuchan sin cesar combinando al tiempo alabanzas y lloros entre canción y canción. El caso de Morente es sólo un ejemplo de muchos que podría mencionar para hablar de este tema, porque haberlos haylos. Que tenga que ocurrir una tragedia o un drama ya sea humano o material para ser conscientes de lo que la vida nos regala a cada instante es como llorar en el desierto recordando el agua que termina por el desagüe cada vez que no cerramos el grifo cuando nos estamos afeitando (en este caso, hablo de los hombres, claro).
Al mismo tiempo, no deja de ser una lección de vida el sentimiento de culpa que nos invade cuando una desgracia hace mella en la cotidianeidad de nuestros días. En el fondo, algo (no sé el qué) o alguien (no sé quién) nos está diciendo “mira qué suerte tienes, que aún estás vivo para apreciar lo que hay a tu alrededor”. Y al mismo tiempo interpela: “¿Te sirve lo que acaba de ocurrir de ejemplo para aprovechar el tiempo que te queda?” (en este caso, hablo tanto de hombres como de mujeres).
Aún así, no estoy muy convencido de que seamos muchos los que tengamos el oído lo suficientemente fino como para escuchar las voces de ese algo o ese alguien. Tampoco hace falta tenerlo para disfrutar del cante de Morente, pero ni por esas. Infinitas son las excusas para no hacerlo. Que si el trabajo absorbe todo mi tiempo, que si tengo que terminar esto, que si se me va la vida de acá para allá, que si pitos que si flautas…en fin. Quien no se consuela es porque no quiere.
Pero llegará un día (no muy lejano) desde el encierro forzoso en una residencia para la tercera edad, cuando físicamente sea nuestro cuerpo el que nos impida disfrutar de aquello que nos regala la vida a cada minuto. Por fortuna, será siempre la vida la que nos obsequie con una de sus lecciones y meterá en nuestra mente al “señor Alzheimer” para evitar sentir la tragedia de lamentar lo que pudimos disfrutar y siempre dejamos “para otro momento”.
Sólo puedo terminar esta reflexión homenajeando a Morente recordando aquella canción llamada “A la hora de la muerte”. Si es que la vida es un suspiro.