HASTA EL AÑO QUE VIENE

Cuando se acerca el fin de algo se impone hacer balance. Lo digo porque como estamos en los últimos días del mes de diciembre es buen momento para poner sobre la mesa lo que se ha hecho muy bien, bien, regular, mal y peor durante el año que termina. La puntuación conviene valorarla entre los clásicos del 0 al 10, como en el colegio. De este modo los aspectos regulares de tonalidad gris que no son ni chicha ni limoná pueden salvarse (si sobrepasan los 5 puntos), o por el contrario, quedan eliminados (si no superan el 4,75) como en el colegio, insisto.

Para evaluar todo lo que he hecho este año que se acaba, me he visto obligado a añadir una mesa supletoria a la mesa del despacho para visualizar todo aquello sobre lo que quiero hacer balance. Entre las cosas que veo sobre la mesa, destacan con claridad las buenas intenciones, los sueños no cumplidos, las ambiciones truncadas, las falsas aspiraciones y los deseos frustrados. Al lado de todos ellos, se pueden identificar nítidamente las decepciones generadas (y soportadas), las medias mentiras (junto a las medias verdades), las emociones intensas (pocas y dispersas entre sí) y sobre todo los errores cometidos que compiten con las ilusiones en número de varios dígitos.

Confieso que llevo desde las cuatro de la mañana tratando de poner un poco de orden en el mapa del caos que ha sido este año 2016. El caso es que tras seis horas haciendo un “tetris” de emociones y sentimientos, aún no he conseguido alinear las pretensiones con los objetivos, ni la culpabilidad con la responsabilidad. Debe ser por el ansia de hacer borrón y cuenta nueva, o por la capacidad humana a olvidar el pasado inmediato de modo inmediato. O quizá se deba al deseo visceral de afrontar el futuro sin remordimiento alguno.

Al final, en un ataque espontáneo de benevolencia conmigo mismo, he decidido limpiar mi conciencia de polvo y paja. Por eso voy a asumir que errar es humano, que voy a comprometerme a intentar (al menos) ser mejor persona (como poco), trataré de no mortificarme si no alcanzo lo que ambiciono, y prometo comportarme con el prójimo (especialmente con familiares, amigos y conocidos) del mejor modo que pueda dadas las circunstancias y en la misma forma que me gusta ser tratado. Como decía Mayra: hasta aquí puedo leer; que es parecido a lo que decía Adolfo: hasta aquí puedo prometer y prometo.

Pero no quisiera despedir el año que se acaba sin ser agradecido. Por eso a usted, querido lector/a sólo puedo darle las gracias por su fidelidad día tras día, artículo tras artículo. Una constancia que ha sumado este año las 18.575 visitas (por ahora), lo que supone un aumento del 85% respecto al año anterior por estas fechas.

Si por cada visita recibiera una moneda de un euro podría permitirme unas merecidas vacaciones a un destino privilegiado llevando de mi mano a mi actual pareja a quien he robado muchos minutos de compañía por escribir para ustedes artículos que les han hecho reír, sonreír, reflexionar e incluso renunciar a seguir consultándolos cada día.

Espero que su propio balance del 2016 supere con creces la puntuación del 5 para poder entrar en el 2017 con la satisfacción de haberlo hecho todo regular, tirando a bien. Por mi parte prometo subir el listón de los artículos, aunque esa promesa constituye una intención de año nuevo y el tema de las intenciones de año nuevo merece dedicarle unos minutos de reflexión que derive en la escritura de otro artículo. Pero eso ya será el año que viene.

Que tengamos todos un feliz año 2017 (si nos dejan).

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