DISFRUTEMOS MIENTRAS PODAMOS
Tengo un amigo daltónico que trabaja como desactivador de bombas. Cuando llega el crítico momento de decidir entre cortar el cable rojo o el cable azul, se santigua, mira al cielo y comienza a rezar. Su oración favorita es “pito, pito, gorgorito”.
En la Academia, fue el primero de su promoción como técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos (TEDAX). Superó con nota todas las pruebas teóricas y muy especialmente las clases prácticas, a las que siempre se presentaba como (único) voluntario. Se podría decir que el éxito de su carrera ha sido meteórico (iba a decir explosivo, pero mejor me callo).
Nos conocemos desde la infancia. Por aquel entonces ya era daltónico, pero nadie más que él lo sabía. Era su secreto íntimo. Apenas se comía un rosco con las compañeras del instituto. Cuando alababa la belleza de los ojos de la chica que le gustaba nunca acertaba con el color y siempre le caía un bofetón sin saber a cuenta de qué. Con el paso de los años fue saltando de trabajo en trabajo. Era incapaz de pasar en cada uno más de seis meses seguidos, tampoco sin saber por qué. Pero jamás le afectó. Él nunca vio la importancia que le damos los demás a tener un trabajo estable. “Vivís amargados, siempre agobiados por la seguridad, la comodidad y la tranquilidad” solía decir con la carta de despido en una mano y las gafas de culo de botella en la otra. Puede que sea su actitud lo que le condujo a formar parte de las filas del TEDAX, donde cada día puede ser el último o el primero del resto de tu vida (según se mire).
Tampoco sé si es debido a su incapacidad de discriminar colores o al amor por la naturaleza, pero su auténtica vocación son las flores. Es otro de sus secretos. Lo sé porque es a lo que me dedico yo desde hace más de dieciocho años sin terminar de hallar en ello la seguridad, comodidad, y tranquilidad que tanto anhelo y que tanto minusvalora mi amigo daltónico. Cuando no está desactivando explosivos, se muestra voluntarioso ayudándome en la floristería que regento. Se nota que es lo suyo. Tiene mucha mano para combinar las flores en el escaparate (iba de decir mucha vista, pero mejor me callo).
Cuando estamos juntos adecentando los tiestos de petunias o escamondando los setos de las jardineras charlamos de nuestras cosas. Yo de mis preocupaciones y él de sus alegrías. Y siempre me dice lo mismo: “Disfrutemos mientras podamos”. Al principio pensé que era un chiste basado en un juego de palabras, pero sabiendo que trabaja como desactivador de bombas, su frase tiene más sentido en sus labios. A fin de cuentas, la vida es según del color con que se mire (iba a decir según del color del cable que se corte, pero mejor me callo).