ESCLAVITUD CONTEMPORÁNEA
“El 1% más rico del mundo tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto”. Este dato no lo digo yo, lo dice un titular de la sección de economía del periódico El País del 13 de octubre de 2015 (mírenlo en Google).
Al salir de la Facultad (no importa cual), tras 5 años estudiando día sí y noches también, había que incorporarse al mercado laboral. Para eso habíamos recibido formación, para ser el futuro de España. “Hay que empezar desde abajo”, nos decían en casa. “Si es necesario no cobrar, no se cobra”, recalcaban nuevamente familiares, amigos y conocidos como si la obtención de trabajo fuera un obsequio divino al que había que mostrar reverencia y devoción con esfuerzo, sudor y lágrimas a partes iguales.
Después de varios meses (no importa cuantos) sin remuneración alguna, obtuvimos el dudoso privilegio de habernos ganado un puesto en la empresa. Como si el hecho de haber sido partícipes en la generación de ingresos no fuera digno de ser tenido en cuenta a la hora de recibir retribución pecuniaria por la parte de beneficios generada gracias a nuestra labor física y mental. Se podría decir que habíamos “comprado el puesto” para el que estuvimos meses trabajando sin más motivación que la que nos habían inculcado desde casa: “Lo importante es meter cabeza. Si es necesario no cobrar, no se cobra”, volvían a reiterarnos con cierta frecuencia.
Después de años ofreciendo ganancias con un ínfimo sueldo a plazo fijo que no aumentaba del mismo modo que subía el pan, la luz, el agua y el gas, llega el momento del ascenso, tanto de responsabilidad, como de planta de edificio y por consiguiente de nómina. Pero en esto que lo que llega es una persona a quien alguien le ha dicho en casa que hay que empezar desde abajo y si es necesario no cobrar, no se cobra, haciendo lo que haya que hacer (no importa el qué). Y entonces, donde debió haber un ascenso hay una bajada (de pantalones). Nos quedamos sin responsabilidad, sin nómina, sin empleo y de patitas en la calle (concretamente, en la puta calle).
Que conste que no tenemos nada en contra de la juventud, ni tampoco de los que se incorporan al ámbito laboral desde la bajeza que supone no recibir dinero por hacerlo. Pero los hay que nunca empezaron desde abajo y siempre cobraron todo lo necesario cuando no era necesario cobrar. Son ellos los que dijeron a nuestros padres lo que tenían que decirnos. Del mismo modo que nosotros también decimos a nuestros hijos lo que tendrán que decir a su vez a los suyos. Todo por salvaguardar el sistema que mantiene su sistema, no el nuestro.
Habrán observado que en lugar de emplear la primera persona del singular (yo) para relatar mi experiencia personal he usado la primera del plural (nosotros). Y lo he hecho porque estoy convencido de que en el tema de la esclavitud contemporánea no estoy sólo, ¿verdad, querido lector y lectora?
Vuelvo a recordar el titular del periódico, pero añado exclamaciones: ¡El 1% más rico del mundo tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto!
Disfruten de la calma en lo que resta de fin de semana, que lo bueno dura poco.