CAMBIO CLIMÁTICO
Me muero de calor. No lo digo en sentido literal, claro, sino empleando una figura retórica llamada exageración y cuya función específica para este caso concreto es dejar en evidencia que lo que mi cuerpo sufre está muy por encima de lo humanamente soportable.
Los ecologistas de Greenpeace y de otras muchas organizaciones no gubernamentales dedicadas a velar por la salud del planeta, afirman que el aumento de la temperatura es consecuencia directa del cambio climático, que todos somos responsables en mayor o menor medida de dicho cambio y que con nuestros actos cotidianos estamos avocando al planeta tierra a una desaparición inminente tal y como lo conocemos y disfrutamos hoy en día. Los informes redactados al respecto afirman que en el año 2030 la altura del mar habrá alcanzado suficiente nivel como para inundar gran parte de Venecia, que el delta del Ebro será engullido por el mar y que los casquetes polares serán sólo eso, casquetes. Los que más saben de esto también dicen que los termómetros no bajarán de los 30 grados en verano, ni subirán de los 5 grados en invierno.
Yo no sé donde estaré en el 2030, si en Teruel, en Valladolid o en otro lugar menos atractivo que Venecia o el delta del Ebro, pero el caso es que a día de hoy estoy sintiendo derretirse mi piel como si fuera de plastilina. De hecho, cada vez que me muerdo las uñas (sí, es feo decirlo, pero me las muerdo casi hasta la altura de las lúnulas) sale tras la esquirla un pedacito de piel que se-estira-se-estira-y-se-estira como se estira el queso plasticoso que ponen en las pizzas del Telepizza. Puede que sea por eso por lo que no me guste nada comer pizza, porque entre masticar un queso que no es queso, prefiero masticar mi piel que al menos sé que es piel y no una botella reciclada y transformada en ingrediente extra de la “pizza Napolitana”.
Pero volviendo al asuntillo del cambio climático, de vez en cuando se reúnen los mandamases del planeta para acordar poner freno a las altas temperaturas, y en cada reunión se llega a la conclusión de organizar otra reunión para más adelante, cuyo objetivo será poner freno al cambio climático, y por consiguiente rebajar las altas temperaturas. Entre reunión y reunión transcurre tanto tiempo que el planeta sigue derritiéndose tal y como me derrito yo cuando me da por morderme las uñas de los nervios que me entran imaginando lo que será de mí dentro de 15 años (si es que el planeta tierra sigue existiendo tal y como lo conocemos hoy, claro).
Por cierto, feliz llegada del verano a todos y todas.