LOS SINVERGÜENZAS VIVEN MEJOR
La gente sinvergüenza vive mejor. Cuando digo sinvergüenza no me refiero a corruptos que utilizan su cargo público en beneficio propio. Ni a los que aparcan su BMW en la plaza reservada a discapacitados, ni a los prevaricadores unidos a la monarquía por lazos maritales, ni a los tesoreros de fuerzas políticas que se benefician de sus políticas forzosas, ni a los votantes que miran hacia otro lado cuando al partido al que votaron dice Diego donde dijo digo. Ni a los comerciantes que te dan de menos en la vuelta al comprar un producto, ni a los conductores de vehículos que conducen ebrios, ni a los jueces que juzgan por debajo de sus posibilidades a culpables por encima del poder judicial. Ni a hombres que insultan, agreden, pegan, maltratan y asesinan a quien un día les amó como nadie les amará jamás. Ni a los taxistas que fuman en su lugar de trabajo, ni a los concejales de cultura sin cultura o a los ciudadanos que no saben ni contestan y ni quieren saber ni contestar. Tampoco me refiero a aquellos sinvergüenzas que no miran debajo de la alfombra cuando barren para casa, ni a los responsables de recursos humanos de pequeñas, medianas y grandes empresas que valoran la edad fértil de la mujer antes que el currículum vitae. Ni a los padres del equipo alevín de fútbol que montan tanganas dominicales si el arbitro pita una falta dudosa. Tampoco me refiero a los periodistas sinvergüenzas redactores de titulares de periódicos de tirada nacional cuyo código deontológico está oculto en las alcantarillas que conectan con las cloacas de empresas privadas con el interés puesto en lo público.
Cuando digo que los sinvergüenzas viven mejor, me refiero a los que no tienen vergüenza en reconocer o presumir de que son como son y ande yo caliente ríase la gente. Me refiero a los les da igual un roto que un descosido, un aquí paz y después gloria o un botellín de Mahou que uno de Cruzcampo. A quien decir cocreta en lugar de croqueta le da lo mismo que comer bayonesa o mahonesa.
Toda esa masa popular de personas que conforma un conglomerado heterogéneo y homogéneo a partes iguales sin forma definida ni color es a la que me refiero. Personas para las que tener criterio es una palabra vacía equiparable a la felicidad que demuestra no tenerlo. Son personas que nacieron para estar por estar, vivir por vivir y dejar que el día venga y se vaya tal y como vino. El perfil del sinvergüenza al que me refiero se molesta cuando le molestan por no molestar a quien molesta de verdad. Si hubiera que medir el espacio que separa al sinvergüenza del sin vergüenza, me temo que la distancia es tan reducida como la que existe entre la preposición “sin” y el sustantivo “vergüenza”. Al final se es tan sinvergüenza por acción como por omisión.
Y así nos va, claro.
Feliz mes de agosto a todos los que tienen vergüenza. Al resto, que les den por culo.
Fabuloso artículo, lleno de humor y calidad literaria.
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