EL MARCIANO MARICÓN

Eres un puto marciano y encima maricón, dijo torciendo el gesto mientras unas gotas de escupitajo salían disparadas de su boca como si fuera ácido fluorhídrico acentuando enérgicamente cada sustantivo. A continuación subió la ventanilla eléctrica de su BMW color gris marengo con cristales tintados, y dejando una marca de neumático de tres metros de largo sobre el asfalto, se fue a toda hostia pisando el acelerador saltándose el semáforo en rojo, la señal de stop que había cien metros más allá y no sé cuántos pasos de cebra que se pasó por el forro de la entrepierna.

Estoy certeramente convencido de mi masculinidad y completamente seguro de mis inclinaciones sexuales. Y además, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que mi condición de heterosexual está más que consolidada con el paso de los años. Aún así, regresé a casa con los huevos de corbata que aflautaban mi voz y el culo más apretado que las tuercas de un submarino. Tras cerrar la puerta con llave por dentro, me prometí a mí mismo que sería la última vez que saldría de casa en bicicleta para ir al trabajo y menos en hora punta.

Esa noche tardé más de lo normal en conciliar el sueño. De hecho, tuve que tomar dos Orfidales e igual número de copas de bourbon para ingerirlos. Tenía el miedo instalado en el cuerpo a raíz de la agresividad mostrada por el conductor y la violencia verbal con la que fui tratado por el simple hecho de compartir calzada con semejante cafre (él con su BMW color gris marengo y yo mi BH color azul ultramar)

A la mañana siguiente,  mientras mojaba el churro en el café ojeando la prensa en el bar que hay debajo de la oficina, leí en la sección de sucesos la noticia del “fallecimiento de J.H.R. de 46 años en trágico accidente de circulación tras brutal impacto de su vehículo marca BMW contra un camión de la empresa municipal de recogida de residuos que se hallaba vaciando un contenedor de vidrio. Murió en el acto”. En el acto de conducir a lo loco, creí pensar de inmediato. Y poniendo en peligro la vida de los demás, continué creyendo. También estuve a punto de creer que se lo tenía merecido, que él se lo había buscado, que el mundo será mejor sin gente así, que si esto-que si lo otro-que si lo de más allá… pero me contuve y me negué a creer en malos pensamientos. En cambio, como soy cristiano, en lo que creo firmemente es que Dios existe (tal y como había quedado demostrado llevándose para siempre al conductor del BMW).

Respecto a la existencia de marcianos maricones, aún estoy esperando alguna prueba que demuestre fehacientemente su presencia en la tierra.

Descanse en paz.

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