RESPUESTAS QUE DA LA VIDA SIN HABER PREGUNTADO NADA
Desde que venimos al mundo hasta que el mundo se va de nuestro lado, la vida da buena muestra del poder vocacional de su docencia.
Durante el tiempo que pasamos de media sobre la faz de la tierra (85,4 años las mujeres y 79,9 años los hombres) ningún ejemplar de ambos sexos biológicos logra aprender algo de todo lo que la vida puede enseñar. Como ser humano que soy, también aprendo poco. Por no aprender, no aprendo ni de mis propios errores que cometo sucesivamente como si fuera la primera vez. Incurro en faltas de modo constante. Empezando por la falta de liquidez, siguiendo por las faltas de ortografía y terminando por las faltas en el área que siempre acaban en penalti. Es algo que no me explico. Aunque tampoco pongo interés, lo reconozco. Así soy, y así voy haciendo camino (como decía el poeta), o caminando por la vida, como decía Melendi (otro poeta, según creen los que no han leído poesía en su vida).
Tropezar en la misma piedra es otro de mis reconocidos defectos, junto con el de caer de bruces y el de sangrar siempre por las mismas heridas. Tengo otros defectos reconocibles a distancia que no voy a detallar aquí y ahora, pero el mayor de todos es no escuchar. Escucho poco y mal, (especialmente del oído derecho). Y cuando lo hago, escucho a quien no debo y en el momento más inoportuno.
Si escuchara lo que me dice el corazón todos los días con cada uno de sus latidos, puede que me fuera mejor en la vida. Pero tal y como he dicho, soy un ser humano. Y como ser humano que soy me debo una explicación. Una explicación que nunca daré porque estaré sangrando por las heridas con forma de pregunta que ni el tiempo logra cicatrizar, ni tampoco quise aprender a curar.
Mis compañeros de oficina me recomiendan que escuche las canciones de Melendi. Dicen que son muy animadas, que alegran el corazón y que ayudan a olvidar las penas producidas por algunos seres humanos a lo largo de sus vidas (85,4 años en el caso de las mujeres y 79,9 en el de los hombres, que son muchos años, insisto).
Si por mí fuera, escucharía las canciones de Melendi, pero además de no querer hacerlo por defecto (otro más), es que no le soporto ni medio minuto. Ni a mis compañeros de oficina, tampoco. Qué complicada es la vida. O yo, no sé…