FORMAS DE AUTOENGAÑARSE
Cada noche, pongo el despertador antes de caer rendido tras la batalla diaria por la subsistencia. Cada mañana, antes de levantarme para afrontar nuevamente la misma batalla diaria, vuelvo a poner el despertador, pero con cinco minutitos más. Esta forma de autoengaño me sirve para enfrentar de cara la vida cotidiana, mundana, provinciana y a todo aquello que empiezo con empeño y acaba en na (de ná).
Estoy muy convencido de que usted también tendrá sus propias formas de autoengaño, incluida la de añadir minutos al despertador cada mañana. El autoengaño como estilo habitual de vida es más común de lo que se piensa. De hecho, conozco a personas de mi entorno más próximo que viven en un permanente estado de autoengaño y dan la impresión de ser más felices que los que vivimos en la realidad de la autoverdad continua.
Sin ir más lejos, el sábado pasado por la noche, la mujer de un amigo de la infancia me confesó al oído no poner ni pizca de sal en las comidas que prepara a su esposo, a pesar de decirle que llevan siempre “un buen puñado”. Se lo traga todo como si tal cosa, me dijo usando sus mismas palabras.
Por su parte, mi amigo de la infancia afirma con convicción que jamás engañaría a su esposa, a pesar de haberse acostado con la vecina del quinto “un buen puñado” de veces. Se lo traga todo como si tal cosa, me dijo usando sus mismas palabras.
Ambos fingen autoengañarse mutuamente. Y ante los ojos de los demás, su matrimonio parece feliz, sólido, firme y duradero. No sé si la imagen que proyectan de matrimonio perfecto es gracias a la falta de sal en las comidas que beneficia al corazón o a la ilusión de saborearla en forma de engaño, que también puede ser.
Por mi parte, nunca revelaré a mi amigo de la infancia que sus comidas realmente son insípidas porque carecen de sal que les dé sabor, del mismo modo que tampoco le diré jamás lo dulce que es su mujer entre las sábanas.
Por favor, querido lector, que este último autoengaño quede entre usted y yo. No quisiera perder la amistad de mi amigo de la infancia, y menos el cariño de su mujer cada noche de sábado. Gracias por su comprensión.