EL MUNDO ES DE LOS QUEJICAS
El mundo está lleno de quejumbrosos. Todos se quejan de algo, por algo, de alguien o por alguien. Y yo, el que más. Que conste que no lo hago con afán de ir mejorando lo presente. Si me quejo, es porque no tengo otra cosa mejor que hacer.
Si fuera más tolerante con la imperfección ajena, podría sobrellevar la falta de respeto, la falta de decoro, la falta de educación, la falta de conciencia medioambiental, la falta de saber estar en público, la falta de conocimientos, la falta de experiencia, la falta de ética, la falta de moral, la falta de amor propio, la falta de atención, la falta de sensibilidad, la falta de sentido común, la falta de ilusión, de motivación, de compromiso y otros miles de vacíos que existen por falta de voluntad en mejorar como seres humanos.
Tal y como he dicho unas líneas más arriba, podría ser más tolerante con la imperfección ajena si fuera más intolerante con mis propias imperfecciones, que son muchas y muy visibles. Empezando por la alopecia galopante, hasta el carácter dominante que me posee (también desbocado). Desde las carencias físicas hasta los excesos etéreos, soy un «desecho» de virtudes como diría Cándida Villar.
Aunque por muy imperfecto que me considere a mí mismo, lo que no estoy dispuesto a pasar por alto, son las faltas de ortografía. Es algo que daña mi vista, lo «juro por mi conciencia y honor» como dicen los cándidos políticos al tomar posesión de su cargo en cualquier villa o villorrio de mi querida España camisa blanca de mi esperanza.
Lo malo es que, desde que estoy enganchado a las redes sociales, me he dado cuenta de que quejarse públicamente de las faltas de ortografía que comete un amigo al escribir, también conlleva un alto riesgo de perder al amigo. Y como ando falto de amistad desde hace tiempo, prefiero quejarme hoy de la falta de lluvia en verano o la falta de sol en invierno que quejarme mañana por no tener a nadie que me escuche (o que me lea, que es peor).
Disfruten del domingo, y que la compañía que les rodea no les falte (en el amplio sentido del verbo faltar).