BORBORIGMO
Me fascina aprender palabras nuevas. Cada día, anoto disciplinadamente el significado de un término desconocido en las páginas de una manoseada libreta Moleskine. A partir de ese preciso momento, nace una intensa relación afectiva caracterizada por la querencia y la proclividad. Es un vínculo que procuro desarrollar cotidianamente en todo lo que digo y escribo, con la ambición de crecer aún más intelectualmente y la límpida intención de ser perspicuo.
Cuando las palabras se juntan correctamente, la fricción producida por el roce de las letras entre sí al ser leídas, genera un incremento de la temperatura corporal que favorece el resurgir de sentimientos como la privanza, la limerencia o incluso el cariño. Palabras como serendipia, etéreo o melifluo conviven junto a iridiscencia, arrebol o inmarcesible para formar frases, versos, metáforas, o los párrafos que conformarán después artículos como el que está leyendo usted en este momento.
A una palabra le pasa lo mismo que le pasa al amor, que a veces da calor y cuando no lo da, produce escalofríos. Por eso, procuro aprender muchas palabras y arroparme con ellas. Así recibo su calor y evito los escalofríos del amor cuando no está ni se le espera.
El día que aprendí tu nombre, lo escribí en mi libreta junto al resto de palabras desconocidas. Y lo hice por el mismo motivo: para incorporarte a mi vida cotidiana y disfrutar de tu presencia como disfruta mi vocabulario enriqueciéndose cada día con nuevos términos que incorporo prolijamente.
Fue una lástima que nuestra relación terminase en el olvido, que es el modo en el que terminan las relaciones que lo han sido todo. Por eso, cuando borré tu nombre de mi libreta, también olvidé quien fuiste y el torrente de emociones que sentía estando a tu lado.
Puede que sea por eso por lo que cada vez que te veo casualmente por la calle, hago de tripas corazón y confundo el incremento del ritmo cardiaco con el borborigmo que me produce el estómago por las ganas que tengo de volver a comerte la boca.
El médico me ha dicho que no es grave, que se trata simplemente de un efecto secundario producto de un escalofrío momentáneo. Pero yo estoy convencido de que es consecuencia de un repentino golpe de calor para el que aún no he encontrado palabras y para el que tengo reservado una libreta entera de hojas en blanco.