LA VIDA ES UNA TÓMBOLA
Décadas atrás, Marisol cantaba a los cuatro vientos que la vida era una tómbola. Lo decía con la inocencia y alegría propias de una niña que vive en su mundo de fantasía e ilusión.
Puede que fuera por eso por lo que la melodía constituyera un éxito en su momento. Aunque si se escucha atentamente la letra, actualmente está más desfasada que el mundo fatuo (en el amplio sentido de la palabra fatuo) en el que creía vivir la Marisol adolescente.
En la feria que visita cada temporada estival mi anciana capital de provincias, es el feriante de la tómbola quien le canta las cuarenta a la vida. Lo hace sin nada de ilusión y la escasa fantasía que se le puede pedir a un autónomo que da varias veces la vuelta a España cada año para mantener en pie un triste negocio (en el amplio sentido de la palabra triste). El pobre hombre (también en el amplio sentido de la palabra pobre), comparece puntualmente a finales de cada mes de junio con motivo de la fiestas patronales. Que yo recuerde, lleva haciéndolo desde que tengo uso de razón, que no es mucho decir, pero como dato cronológico ayuda a poner fecha aproximada.
El feriante llega siempre acompañado de su inseparable familia, cuyo número de miembros se incrementa con abominable periodicidad. Las veces que he pasado por delante del carromato, que es al mismo tiempo vivienda y puesto de trabajo, nunca le he dirigido la palabra, ni a él ni a nadie de su amplia familia, más que para pedir un par de números de la rifa tras el pago correspondiente de dos billetes de 5 euros. Jamás me ha tocado nada de lo que sortea, todo hay que decirlo. Pero aun así, la esperanza de llevarme la muñeca Chochona no la he perdido nunca a pesar de los años, como supongo que él tampoco ha perdido la esperanza de regresar al mismo pedazo de tierra donde instala su caravana con su colosal familia y la ingente cantidad de muñecas Chochonas “made in China”.
Apenas quedan unos días para celebrar las fiestas patronales y sólo deseo volver a verle de nuevo puntualmente. La ilusión de que me toque como premio la muñeca Chochona es lo más parecido a dar las gracias al cielo por disfrutar un año más del mero acto de seguir vivo (en el amplio sentido de la palabra vivo). Supongo que será una ilusión similar a la que también empuja al feriante a visitar mi anciana capital de provincias para ganarse la vida a costa de la esperanza de fortuna de sus habitantes.
Por un lado, mi única fortuna como habitante son los 5 euros que reservo para el billete de la tómbola. En cambio, soy millonario en esperanza, que es lo último que se pierde en esta triste vida que nos ha tocado vivir (nuevamente, en el amplio sentido de la palabra triste).