QUEMANDO PUENTES
“Al llegar a un puente, lo cruzamos y lo quemamos cuando queda atrás. No hay nada que demuestre nuestro avance, tan sólo el recuerdo del olor del humo y las lágrimas de nuestros ojos…”
Con esta bellísima metáfora, el autor checoslovaco Tom Stoppard dejó meridianamente claro que cualquier paso adelante conlleva renunciar a los pasos dados con anterioridad.En el fondo, estaba diciendo a su manera checoslovaca de decir las cosas, que cuando se toma una decisión, se dejan de tomar otras tantas (con sus perjuicios y sus prejuicios).
Del mismo modo que en una pastelería, al elegir el pastel de chocolate, se renuncia a la inmensidad de sabores elaborados por el maestro obrador, nada deja mejor sabor de boca que elegir el fuego para quemar los puentes cruzados (a excepción del regusto del sabor del chocolate, claro).
Paradójicamente, la expresión “quemando puentes” me ha perseguido a lo largo de los años. Reconozco haber quemado todos los puentes que he ido cruzando en mi azarosa vida. Ya no recuerdo el número de ellos, ni el cuándo, ni el cómo. Aunque sí recuerdo cuáles fueron. Continuando con la metáfora “stoppardiana”, he quemado puentes académicos, puentes profesionales, puentes familiares, puentes laborales, amorosos, afectivos, emocionales… y otros tantos más que ya no sé si llegué a cruzar antes o después de prenderles fuego.
Nunca miré atrás, ni siquiera cuando sentía el calor de las llamas en la nuca. Y tampoco me arrepiento de ello, que quede claro. A lo hecho, pecho (en este caso, a lo hecho, espalda). Puede que algunos puentes no hubieran merecido acabar en cenizas. También puede que, de haber seguido en pie, los recuerdos ingratos hubieran cruzado para alcanzar al presente. O simplemente fue el medio (o el miedo) de olvidar lo bueno que tuvo el pasado y jamás volverá a repetirse.
Al igual que el agua de la pila bautismal da la bienvenida a la religión cristiana, también fue la religión cristiana la que empleó el fuego para purificar a cientos de herejes (que en muchos casos luego resultaron ser santos). Si agua y fuego purifican de la misma manera aunque en distinta forma, nada mejor que iniciar una vida de pura inocencia que dejando arder lo malo y lo bueno por igual.
Nunca se sabe, puede que con el cambio climático aumente el nivel del agua y acaben todos los puentes hundidos bajo la superficie de la realidad que es lo que siempre se acaba imponiendo.
Cuando esto suceda, espero estar a salvo en la otra orilla y no sumergido en las aguas del pasado que no ceja en su empeño de perseguirme allá donde quiera que voy. Por lo tanto, ¡¡¡abran paso al futuro!!! (o mejor dicho, ¡¡¡abran fuego!!!).