SEXOMNIA

Vengo del médico. He ido a la consulta empujado por mi esposa. Por lo visto, está cansada de que le haga el amor a altas horas de la madrugada. No tiene nada en contra de hacer el amor conmigo, pero sí de que se lo haga a altas horas de la madrugada.

Si yo fuera consciente de ello, tomaría medidas. Pero no lo soy. Al despertar por la mañana, ni recuerdo haberle hecho el amor, ni tampoco el número de veces que he conseguido alcanzar su punto G. Aunque por lo visto, ella sí parece llevar la cuenta. Por eso, me ha llevado al médico. A ver si, con un poco de suerte (para ella) la dejo dormir en paz por las noches, y con menos suerte (para mí), dejo de «despertarla a pollazos», tal y como ha expresado quejumbrosa ante el ruborizado doctor.

«Su problema no es el sexo, sino el sonambulismo sexual», me ha dicho el señor doctor mirándome a los ojos y de soslayo al escote de mi esposa. «¿Y es grave?», he preguntado yo desde mi desconocimiento de cualquier patología médica. «Para la salud, no. Pero para el matrimonio, sí» ha respondido él desde su conocimiento de toda patología matrimonial.

La cura de mi trastorno soñoliento, pasa por respetar el descanso de mi mujer cada noche, a costa de sacrificar, por mi parte, los ataques de sexo llevados a cabo con nocturnidad y alevosía (literalmente hablando).

De no haber ido a tiempo a la consulta médica, no sé lo que hubiera aguantado mi matrimonio con mi inapelable afección a los coitos intempestivos. Tampoco sé cuánto más habría soportado mi mujer con una relación afectiva que despierta su amor «a pollazos» cada madrugada. El tiempo será el que desvele la incógnita, y también la prescripción médica recetada por el doctor que recomienda mantener distancia prudencial entre nosotros al entrar en fase REM.
Lamentablemente, con el paso del tiempo y la distancia acordada por consenso, ha terminado por imponerse la separación entre mi mujer y yo. Hemos seguido a rajatabla el consejo médico de respetar el espacio de cada uno y, paradójicamente, somos más felices como matrimonio que antes. Aún continuamos durmiendo juntos en la misma cama cada noche, pero con la salvedad de que ahora cada uno folla por su cuenta.
Qué sabiduría ofrece la ciencia médica.

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