MISANTROPÍA

El mundo se divide en dos tipos de personas: los optimistas y los realistas. Los optimistas viven entusiasmados con la vida que les ha tocado vivir. Los realistas, por el contrario, son aquellos que viven por (y para) joder la vida entusiasta a los optimistas.

Los realistas, que por lo visto son sabios de nacimiento, opinan sobre lo que no saben ni se molestan en querer saber. Por ejemplo, si encuentras al amor de tu vida, al instante un realista te dirá que “nada es para siempre”. Si te toca la lotería, un realista afirmará que “el dinero no da la felicidad”. O si logras un ascenso laboral tras años de esfuerzo y dedicación, pronto llegará un realista para fastidiarte la buena nueva diciendo que “años y trabajo, ponen el pelo blanco”, e ilustrará todas y cada una de sus teorías con casos de personas que conoce de cerca (que él sólo conoce, quiero decir).

Puede que el germen del comportamiento realista esté en la necesidad innata que tiene el odio en buscar afinidades. Quien siente odio hacia algo o hacia alguien, anda al acecho permanente de reclutar adeptos a su causa negativa. Mientras que el optimista, por su parte, se limita a mostrar alegría por el bien ajeno sin el ansia de captar simpatizantes.

Más ejemplos: que yo sepa, no existe un grupo de aficionados al club de futbol del Real Madrid que elogien el juego del Futbol Club Barcelona, o viceversa. En cambio, existen los Ultras Sur y los Boixos Nois, respectivamente, que manifiestan con jolgorio, jocosidad y jarana el declive del contrario. Aunque ellos hacen uso de estos términos desde el significado de otra palabra que también comienza por la letra “j” (de joder).

Otro ejemplo similar en fondo y forma al fenómeno hooligan futbolístico es Adolf Hitler. Hitler logró mas unión entre los alemanes por su visceral odio hacia los judíos que por mostrar afecto y amor al prójimo. Recordemos que estuvo a punto de ganar una guerra mundial, si no hubiera sido aún mayor el odio de los aliados hacia el fascismo que el odio de Hitler hacia los no arios.
Los avinagrados realistas se reconocen entre sí y ansían el triunfo por repudiar a los optimistas, quienes son felices con cosas tan pequeñas como leer artículos como este. Tanto a unos como a otros, les envío un saludo de positivismo, aún a riesgo de ser el foco de animadversión de los amargados realistas.

Por suerte, los optimistas también nos reconocemos entre nosotros. Si usted es uno de ellos o ellas, hágamelo saber cuanto antes, porque hace tiempo que no soy optimista con nada de lo que me rodea y temo que la realidad más amarga termine por invadir de ira todo mi ser (si es que no lo ha hecho ya, la muy cabrona-maldita-hija de la grandísima puta).

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