FIESTA DE LOS MANIQUÍES
Las dependientas del Zara me han dicho que el vestido que más se vende siempre es el que lleva puesto el maniquí del escaparate. Por eso, desnudan y visten a los maniquíes tres y cuatro veces cada día. Así aumentan las ventas y por consiguiente, su comisión.
Si no fuera por los maniquíes, venderíamos un tercio de lo que vendemos, me dijo una de ellas mientras colocaba la sisa de la chaqueta a un hombre de poliuretano. Los maniquíes son los mejores empleados de Inditex, dijo jocosamente su compañera al tiempo que corregía el rímel en las pestañas de una mujer sin expresión facial ni rastro de vida alguna (a pesar de la asombrosa similitud del poliestireno expandido con la faz humana).
Que los maniquíes están en alza es algo que no se le escapa a nadie hoy en día. Un ejemplo de ello es el incremento progresivo de ventas en Amazon punto com de las «realdolls», que tanto gustan a ese tipo de hombres de mediana edad necesitados de compañía femenina de cualquier edad. No importa la raza, el color del pelo, o la altura, los maniquíes de látex han demostrado servir para un roto y para un descosido, tanto con ropa como sin ella.
Al dueño de Zara le viene muy bien poblar sus escaparates de maniquíes con diseños de ultimísima tendencia en costura. Y a las dependientas se les alegra la cara (y el bolsillo) mudarles la ropa cada dos horas. Supongo que son los designios del destino, o los del progreso capitalista que nos deshumaniza cada día más en favor del beneficio que proporciona el plástico (ya sea forma de tarjeta de crédito o de látex antropomorfo).
La conclusión del artículo de hoy es que prestamos más atención a un maniquí vestido que a la persona que tenemos en frente, ya sea el vecino, el compañero de trabajo o nuestra propia pareja. Puede que sea esa la razón del éxito de ventas de la ropa que llevan puesta los maniquíes. Ya que pasamos desapercibidos ente los ojos del prójimo, al menos, que miren la ropa que vestimos.
Lo malo de todo es que siempre hay alguien a quien le queda el vestido mejor que a mí, especialmente si se trata de una «realdoll».