SOY UN INCOMPRENDIDO
A la gente no le gustan los incomprendidos hasta que se mueren. En el funeral es cuando se da rienda suelta a la admiración taponada durante lustros y comienza la hemorragia incontenible de retórica lapidaria (lo de lapidaria no es un chiste, aunque lo parezca).
«Tu llama indeleble nunca se apagará», «Quererte ha sido fácil, olvidarte será imposible», «No existe la muerte, es una mudanza» son sólo algunas de las frases hechas que se oyen repetidamente en los pasillos del tanatorio cuando el incomprendido fallece (por suerte, él no las oye).
El día que me toque irme (no tengo prisa, que conste) espero no recibir más condolencias que las que merezca la voluntad propia de la conciencia de cada uno. Y estoy convencido de que ninguna visita dirá algo parecido a lo anterior. Más que nada, para no hacer el ridículo delante de quien pueda estar escuchando (incluyendo al fallecido, o sea, yo).
El otro día acudí al velatorio de la abuela de una antigua amiga del colegio. A la pobre anciana (ahora hablo de la abuela) no la había visto en mi vida y a la amiga no la veía desde el colegio. Tratando de ser políticamente correcto en el contexto físico y emocional en el que me vi envuelto, imagínense mi sorpresa al reconocer ante el cadáver de la difunta que «tu llama indeleble nunca se apagará». Mi amiga, que sollozaba a metro y medio de distancia, escuchó mis palabras y creyendo que se lo decía a ella, ahora no para de enviarme mensajes por Whatsapp confesando que siente lo mismo por mí desde aquel viaje de fin de curso de octavo de EGB.
En la puta hora que fui al tanatorio a presentar mis respetos. No sé cómo quitármela de encima. Por más educado que trato de ser diciendo que lo nuestro es imposible, ella considera que lo que es imposible es olvidarme y que por eso la resulta tan fácil quererme.
Tendré que mudarme de barrio y poner tierra de por medio para que su amor eterno e imperecedero sea pasajero y caduco. Eso, o que el destino me envíe al otro barrio y la tierra que ponga de por medio sea la que caiga sobre la tapa de mi ataúd. Aún así, dudo mucho que mi amiga coja la indirecta. Qué complicado es todo.