¡JODER, QUÉ PENA DOY!

Los cisnes, el lobo gris, las orcas, el albatros, los caballitos de mar, las tórtolas, las lechuzas, los pingüinos, el cóndor, las nutrias gigantes, los gansos, el águila calva, la grulla de cola blanca, los ratones de campo, los castores, los lémures, el antílope africano Dik-Dik, el gibón (que no sabía lo que era y lo he mirado en el diccionario), el buitre negro y el pez ángel francés.

¿Qué tienen en común todas estas criaturas de la madre naturaleza que pisan, vuelan y nadan en el mismo planeta sobre el que pisan, vuelan y nadan los seres humanos? Todos y cada uno de ellos se empareja de por vida.

Supongo que al principio lo harán para dar rienda suelta al instinto básico de la procreación, tal y como hacen algunos amigos míos que únicamente han procreado con su pareja del instituto, es decir, con la primera y única mujer que han conocido y catado.

Pero después de haber procreado (tanto hombres como mujeres y tanto los machos como las hembras) qué necesidad tienen de estar emparejados, me pregunto yo. Resulta evidente que las costumbres de la especie humana no tienen absolutamente nada en común con las especies mencionadas al inicio del artículo. Sé de personas cuyos sistemas de apareamiento incluyen la poliandria (en el caso de las mujeres) y la poliginia (en el caso de los hombres) y la promiscuidad (en el caso de hombres heterosexuales, mujeres heterosexuales, gays, lesbianas, transexuales, bisexuales…). Y no es nada nuevo. Muchas especies animales practican la poliandria, la poliginia y la promiscuidad por una única razón: se lo pide el cuerpo.

Pero del mismo modo que hay animales humanos y animales no humanos que practican el sexo que les viene en gana, con quien les viene en gana y cuando les viene en gana, en mi caso particular lo que me pide el cuerpo es ser un lobo gris, o un albatros, o un lémur. Es mi naturaleza. Del mismo modo que la naturaleza caníbal de la hembra Mantis Religiosa la lleva a zamparse al macho en el momento de la cópula, la mía me pide zamparme siempre a la misma hembra, pero sin llegar al canibalismo, claro.

En fin, que ahí lo dejo por si alguna lectora tiene espíritu de cisne o alma de pez ángel francés.

Por cierto, los chacales también se emparejan de por vida. Una vez que el chacal hinca el diente a una chacala* ya no la suelta. Perdón por el chiste fácil, es que desde que no tengo pareja estable he perdido el sentido del humor, el sentido del ritmo, el de la orientación y otros muchos sentidos que suelen dar sentido a la vida cuando estás emparejado.

*Tampoco busquen la palabra chacala en el diccionario, me la acabo de inventar. Inventar palabras, otra cosa que suelo hacer con frecuencia desde que estoy soltero, solo y aburrido. ¡Joder, qué pena doy!

Un Comentario

  1. tenienterakel

    Jjjj. Pues ahí lo tienes.. yo siempre soñé con celebrar bodas de oro y mucha prisa tengo que darme para encontrar un lobo plateado que me dure hasta las de plata ya. Jjj un beso y suertee

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