INSULTAR SIN ESTILO
Con el advenimiento de las redes sociales, el odio visceral al prójimo ha evidenciado la pérdida de la elegancia en la forma de insultar.
Quienes abrazaron inicialmente las nuevas tecnologías como una excelente herramienta vehicular para entenderse con otros seres humanos y estrechar lazos de hermandad, diálogo y consenso, pronto se arrepintieron de sus palabras ante la avalancha de insultos recibidos por una masa enfervorecida y deseosa de expresar su opinión basada en una retahíla de increpaciones, anacolutos y faltas de ortografía.
Tras 15 años de existencia de Facebook, 13 de Twitter y 10 de Whatsapp, hemos dejado escapar la oportunidad de agredir verbalmente con el estilo que caracterizaba al lenguaje español del Siglo de Oro. En aquellos años, la rima chocarrera se imponía en cada verso. El culteranismo y el conceptismo convivían de modo natural en la poesía barroca y, por extensión, en vituperios, denuestos y oprobios vertidos en tropel incluso por el populacho más indocto de la época.
Hoy en día, los caracteres de Twitter no dan abasto para expresar la ira, pero basta leer tres palabras de un mensaje para dilucidar el carácter iletrado del escritor digital. Por esta razón, abogo por recuperar el insulto con el estilo que caracterizaba la llaga afilada del zeugma y la elipsis en las décadas doradas de un siglo floreciente en arte y literatura.
Ya que actualmente hay señales inequívocas de regresión al medievo (no sólo en política y no sólo en las regiones de la España más folclórica), ¿qué tal si empezamos recuperando la violencia verbal en redes sociales con las palabras dignas de expresar diferencias que caracterizaba el duelo verbal entre los titanes Góngora y Quevedo?
Puede que sea la única manera de que zopencos y mastuerzos entiendan que su acémila forma de pensar no conduce al Siglo de Oro sino al Paleolítico, de cuyas cuevas nunca debieron salir (y ni mucho menos permitirles presentarse a elecciones democráticas).
Si el andaluz Góngora levantara la cabeza…