ESPAÑA CAMISA BLANCA
España es un país de Quijotes. Y también de Sancho Panzas. No sabría corroborar con datos estadísticos si a partes iguales, pero casi-casi.
Del mismo modo, podría afirmar sin miedo a equivocarme que la mitad de los que dicen haber leído el Quijote no ha pasado de la primera página y el resto ha pasado olímpicamente incluso de abrir el libro.
Quienes sí hemos leído el Quijote, sabemos que es tan difícil de afrontar como pelar un kiwi (aun usando cuchillo). Con momentos dulces como una tajada de sandía y amargos como gajo de toronja. Con algún personaje que hiere como coger un higo chumbo directamente de la chumbera y muchos otros secos como una bellota. Lo más interesante es que todos ellos son fruto del genio de un español del que se duda donde nació y del que no hay certeza donde está enterrado.
En cada personaje del interior del Quijote está la humanidad entera que hay fuera de cada página y muy especialmente dentro de mi querida España esta España mía esta España nuestra. Sobre a piel de toro que asemeja su geografía, habitan «hombres doctos» como el cura licenciado Pedro Pérez, labradores como Pedro Alonso capaz de salvar de accidentes a los más imprudentes, o desdichados de amor que vagan errantes como el joven Cardenio.
En España también hay ínsulas que son la ambición de gobernadores de pacotilla y alguna Dulcinea “hombruna” que es objeto de deseo de enamoradizos irredentos. Incluso hay galgos corredores que siguen huyendo de una muerte segura tras años de servicio leal al mismo amo que le ahorca de una rama de una encina de un coto privado al acabar la temporada de caza.
Todo lo que hay ahí fuera, está en cada pasaje de cada capítulo del Quijote (y sin necesidad de leer entre líneas). Su protagonista podía enfrentarse a gigantes como molinos y al mismo tiempo era capaz de ver gigantes injusticias que combatir. Por su parte, su fiel e inocente escudero Sancho Panza, veía locura en quien ve injusticias que combatir aún sin saber que la mayor locura es la ingenuidad de creerse para lo que no se está capacitado como gobernar un lugar que no te pertenece aunque sea sólo una pequeña ínsula imaginaria.
Es una lástima que el libro más universal sea el menos leído del universo. Puede que por eso cada día me sienta tan español como un personaje más de Cervantes. Hay mañanas en los que sólo deseo derribar los molinos de la gigante incompetencia de quien gobierna Ayuntamientos, dirige multinacionales y otorga becas y subvenciones, y otros días en los que sólo veo ingenuos por todas partes (especialmente al levantarme al amanecer y mirarme al espejo).